sábado, 5 de noviembre de 2022

Lección 159, Noveno Grado, Tercera Orden

 "Jesús, Tú y Todo es Dios"


-Y no, no es herejía, solo una verdad ocultada-


Son legión los que, desde la Reforma Protestante, vuenen utilizando las Sagradas Escrituras para refrendar su particular visión teológica de las Escrituras y, a pesar de que se dijo "Todo el mundo es libre de interpretar, según su entendimiento, la Palabra de Dios", sin embargo, parece que existe un único criterio teledirigido, por los teólogos oficiales, a pesar de cierta irracionalidad, bajo la excusa de haber sido inspirada su lectura por el Espíritu Santo. Nosotros decimos que el Espíritu Santo es siempre la Lógica y la Razón de la Filosofía y no de las doctrinas de la Teología.


Mucho se habla acerca de la evidencia de que, en las Escrituras, se muestra que Jesús no es otro que el mismo Dios; pero lo cierto es que Jesús, en ningún momento, habla de sí mismo, en los evangelios, como si fuese el mismo Dios, sino todo lo contrario:


"Cuando Jesús salía para irse, vino un hombre corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le respondió: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno, Dios."

(Marcos 10:17-18)


No obstante, es cierto que Jesús es Dios, del mismo modo que todo Espíritu que se manifiesta es Dios, en tanto que es parte de él. En ese sentido, también nosotros podemos ser considerados como dioses en tanto que Dios, Cristo, el Espíritu de Dios, vive en todos y cada uno de nosotros y así es confirmado en el Antiguo Testamento: 


Palabras de Dios:

"Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo;

(Salmo 82:6)


Si algunos piensan, con cierta razón, que podría existir algún tipo de error interpretativo, en el Nuevo Testamento, esto se vuelve a corroborar, utilizando exactamente las mismas palabras transcritas en el Salmo 82:


"Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: "Yo dije, dioses sois"? Si llamó (Dios) dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?"

(Juan 10:34-36)


Aunque Jesús jamás, como hemos visto, se autodenominó como Dios mismo; lo cierto es que en muchas partes de los evangelios sí que se autodenomina como Hijo de Dios. Tal cosa tiene sentido, dado que todas las cosas, formas y vidas somos fruto de su voluntad y, en ese sentido, todos somos hijos de Dios, también Jesús; pero el que, por naturaleza, todos seamos hijos de Dios, esa filiación, para que sea efectiva, también debe de ser reconocida por sus criaturas:


"Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre (Cristo), les dio la potestad de llegar a ser hijos de Dios; que no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de Dios."

(Juan 1:12)


"Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Porque no habéis recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"

(Romanos 8:14-15)


Así, nuestra filiación aceptada como Hijos de Dios, nos convierte, mediante Cristo, en hermanos espirituales de Jesús; en tanto que también los somos en carne y sangre, en tanto que pertenecientes a una misma Especie, la Humana. Jesús, no solo fue el más grande de los profetas, sino también uno de los primeros portadores conscientes de Cristo en Occidente, del mismo modo que Gautama lo fuera de Buda en el Oriente. Todo Hijo de Dios,  consciente de tal hecho, se convierte en un Taumaturgo capaz de realizar, mediante la Fe, curaciones y otras actuaciones que, por espectaculares, son consideradas como milagros.


Palabras de Jesús:

"De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré."

(Juan 14:12-14)


De tal modo, Jesús nunca se consideró un Ser especial, sino que, como acabamos de ver, auguró que nosotros como hijos de Dios y Hermanos suyos, en Cristo, no solo podríamos realizar sus portentos sino otros, aún de mayor calado e importancia. 


Palabras de Jesús:

"Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, y hermana, y madre"

(Mateo 12:50)


Que sirva todo lo anterior para empoderarnos, en Dios, mediante la Fe, que no creencia, en Cristo y que Jesús, como todo Renacido, fue portador consciente de Cristo, el Espíritu de Dios; de ahí el apelativo de "Jesucristo". Tú, mi Querido Hermano, mi Querida Hermana, no sois cualquier cosa que Dios, en tanto que Pleroma, estuviera dispuesto a desechar; sino todo lo contrario, que está deseoso de que el Espíritu de Cristo, las lenguas de fuego del Espíritu Santo, nazcan en nosotros con el fin de preservar nuestra memoria existencial y la consciencia de haber existido, más allá de la barrera de la Muerte.


Y si, aún así, la Figura Histórica de Jesús no hubiese existido o su nombre hubiese sido otro, no tendría la mayor importancia pues el mensaje es lo que verdaderamente importa y éste es: Que todos somos hermanos en tanto que Hijos de Dios y que, si aceptamos éste hecho y descubrimos la Fe dentro de nosotros, la Muerte no se enseñoreará de nosotros y pasará de largo cuando nos alcance el Destino. Ya sea que te llames Pedro, María, Juan o Isabel, es lo mismo, en tanto que eres uno con Jesús y en tu Corazón vive Cristo, ya sea durmiente o reinante. Si durmiente, todavía espera ser despertado y si reinante ya como Dios consciente.


Todo lo anterior, los fanáticos lo verán como blasfemia o herejía; pero la Verdad de Dios es tiempo de que reine sobre la Ignorancia de los hombres dormidos.


Aralba R+C