Las facciones de mi Viejo Amigo To reflejaban una extraña expresión entre ingenua alegría y nostálgica tristeza.
Es cierto que a To todo el mundo le quería; pero no es menos cierto que la mayoría de las personas que se le acercaban buscaban algún provecho egoísta.
Su enorme nariz, entre graciosa y monumental, digna de una Oda de Don Francisco De Quevedo, le daba un cierto aire de muñeco de peluche. Sacado, quizá, de algún cuento para niños chicos. En realidad, haciendo honor a la Verdad, durante el tiempo que le conocí jamás había tenido con To una extensa conversación. Pero sin saber ni por qué Sí, ni por qué No, sentí de repente una enorme curiosidad.
—¡Oye, To! —le pregunté—, ¿por qué te encuentras tan triste?
—¿Te pasa algo? —continué.
—Busco a un Amigo, un Gran Amigo —contestó.
—Pero no soy capaz de encontrarlo —continuó de forma entrecortada.
—¿Cómo se llama ese Amigo tuyo? —interrogué.
—¡Albany, Bifredo de Albany! —me contestó lloriqueando.
—Hombre, ¡no llores!, yo te ayudaré a encontrar a ese Albany y verás qué bien —intenté consolarle, sin saber, con exactitud, de qué se trataba el problema de mi antiguo Amigo.
—No puedes ayudarme —dijo, mascullando unos vocablos apenas audibles—, es un problema mío y sólo yo puedo solucionarlo. No me extrañó, en absoluto, la forma de contestarme To. Todos quienes lo conocíamos éramos conscientes de que se trataba de un Ser solitario, Introvertido y por ello Inhabitual.
Continué interrogándolo, con el fin de intentar sonsacarle alguna información más.
—¡Vamos a ver, To!, ¿para qué buscas a tu Amigo Bifredo de Albany?
—¿Sabes? —continué—, me tienes muy intrigado.
—Bifredo tiene algunas respuestas para algunas cuestiones que me hago.
—¡Caray! —exclamé—, con un poco de suerte, yo te las podré contestar.
—¿Sí, de veras...? —saltó de alegría.
A ver, ¿qué preguntas son esas? —interrogué mientras le mostraba, con una sonrisa, mi dentadura.
Íbamos, To y yo, caminando ensimismados en una conversación a la que no di trascendencia alguna, y por la que perdí, en poco tiempo, toda atención. Era la hora del Ángelus. Una mañana soleada y agradable. Pasamos por lindas callejuelas, donde las paredes de los edificios parecía que fuesen a desplomarse, con deslumbrante brillo, sobre los incautos caminantes.
A pesar de la vejez de la barriada, la vista del entorno visible era más que tonificante para el Alma, ya que las buenas gentes que allí habitaban eran trabajadoras y limpias.
El potente y vertical Sol dibujó halos fulgurantes sobre todo aquello que se encontraba al amparo de su majestuoso trono. Alguna linda mariposa hizo que desviase mi, ya tenue, atención sobre la conversación, monólogo, que mi amigo había mantenido. Pasamos, también, delante de unas bellas damas cuya principal ocupación consistía en sacar agua de un pozo bellamente encalado.
Una pequeña abeja, posiblemente atareada en la recolección del polen de las muchas y olorosas flores del Lugar, hizo que recobrara mi atención hacia las palabras de mi Amigo.
—Bellas mariposas las de este año —sonreí, intentando disimular mi imperdonable, por consciente, despiste.
—Miguel —me reprochó To—, no eres demasiado buen amigo. No has atendido a lo que yo te decía.
—Tú me preguntas —continuó—, pero luego no haces caso.
—Perdona, To, ha sido sin querer —de sobra sabía que estas últimas palabras eran pura mentira.
La rojez de la vergüenza debió aflorar en mi rostro. Ciertamente, en ocasiones, pretendemos querer ayudar a los que consideramos nuestros amigos; pero a la hora de la verdad, cuán poco, o nada, nos interesan aquellos problemas que nos plantean. En ese instante, no fui capaz de comprender que la angustia que sentía To no dejaba de ser mi propio pesar.
—¿Me repites las preguntas? —dije a mi Amigo, poniendo cara de cordero y asumiendo una atención que me costó mantener.
—¿De dónde vengo...? ¿Qué hago aquí...? Y sobre todas las cosas: ¿cuál es mi destino?
Quedé anonadado al escuchar aquellas más que palabras. Quizá en algún momento..., pero ¡No! Nunca me había preocupado, en demasía, de aquellas cuestiones. En este siglo todos teníamos el buche lleno y no había gran cosa de qué preocuparse.
—¡To! —pregunté airado y más intrigado si cabe—, ¿quién es ese Albany? Amigo mío. ¿No será alguien de militancia dudosa que te esté comiendo el coco o, lo que es peor, sacándote tus dineros? Nada más pronunciar aquellas palabras, To rompió a llorar con amargura.
—No digas eso —recriminó, entrecortadamente, mis anteriores palabras.
—Por favor, To, perdóname de veras... ¿Qué ha sido...?
—No —me interrumpió, tú no tienes culpa alguna. Además Bifredo de Albany no existe. Bueno, sí existe; pero no como te lo puedes imaginar. No obstante, prometiste que contestarías a mis preguntas.
Quedé en silencio absoluto. Durante unos instantes, pude verme en un grave aprieto del que nadie podría ayudarme a salir.
El ruido de los coches eléctricos y de las motocicletas ingrávidas rasgó con violencia mi torturada mente; de algún modo, inconscientemente, pretendía perderme entre las irritantes consecuencias de la civilización del siglo XXIV. Tierra, trágame, eran las palabras que repetía una y otra vez en el más puro y cósmico silencio. Pero No, la Tierra no tenía ninguna intención de engullirme en sus entrañas. Estaba condenado a enfrentarme, con todas las consecuencias, al problema que se me había planteado y que no dejaba de ser algo inherente a mi propio destino.
Decidí, por una vez en la Vida, decir la Verdad.
—La verdad, To, es que si pudiera te contestaría a tus graves preguntas; pero esto no me lo esperaba. Creo que es demasiado para mí.
—Y si ese Albany no es normal —me arranqué—, es decir, si no es real, ¿es imaginario?
—¡No! —dijo con suma taxatividad—, es absolutamente Real; pero es el auténtico, el único Amigo de Verdad que tengo.
—Tú —continuó su disertación—, tú también tienes a tu Avatar personal, con otro nombre, seguro; pero seguro que lo tienes.
—Pero, ¿quién es ese Albany? ¡Caray! ¿Por qué me lloraste antes? —pregunté enfadado más por mi propia ignorancia que por sentirme vacilado. To había dejado de llorar.
To sonrió, con su característica gracia, al mismo tiempo que otra sonrisa decoraba con sinceridad mi propia faz.
—Lloraba —comenzó a contarme—, porque yo he conocido a mi propio Avatar, Angel Guardián o Ser interno; pero, sin embargo, he perdido su paradero. Ahora lo busco; pero tanto y tanto he indagado en todo, que mi Señor Albany ha desaparecido dentro del intrincado laberinto del falso conocimiento. Entonces To comenzó la siguiente narración, la cual no pude por menos que escuchar con suma atención.
“Hace ya muchos años, cuando aún era chiquito, en otro tiempo, en otro mundo, yo, To, me hacía las mismas preguntas que te he planteado y empecé a estudiar, leer e indagar en los lugares más insospechados que persona alguna pueda imaginar. Mi mente, conforme iba pasando el tiempo, se iba hinchando de conocimiento vacío; pero la sabiduría no terminaba de llegar. Pasó una cierta cantidad de años y volví mi vista hacia el pasado, para comprobar en qué posición del camino me encontraba. Me angustié, con razón, cuando contemplé que mis ímprobos esfuerzos no habían dado resultado. Algún paso atrás había dado; pero nada había avanzado”.
“Triste, pero calmado, paré mi aparente avance y permanecí en silencio. El silencio que sólo proporciona la auténtica soledad. No pasó mucho tiempo cuando comprobé que en mi interior una pequeña luz amaneció y que en breve aumentó hasta proporcionarme inmensa paz y mayor felicidad. No se trataba de conocimiento humano; pero era cierto que una sabiduría, por mí hasta entonces desconocida, se desplegó como un diorama ante mi mente. Todas las dudas que hasta entonces me habían embargado, quedaron aniquiladas”.
“Según progresaba el tiempo, la luz fue haciéndose mayor hasta inundar todo mi Ser y la certeza se entronó en mi corazón. En esos instantes, comprendí quién era yo. Supe de dónde venía y cuál era mi cometido o destino para con el Mundo y los hombres”.
“Esa luz se me dio a conocer con el sagrado nombre de Bifredo, Señor de las orientales tierras de Albany, porque había despertado mi consciencia pero también Servidor porque ese era mi principal cometido: ser útil a la ascensión de la humanidad. Albany era un Ser excelso que no dejaba de formar parte, intrínseca, de mi propia Persona. Era una sensación difícil de explicar aunque verdaderamente extraña. Como un huésped del que yo fuera su anfitrión”.
“Pero, con tristeza, debo confirmar que el Señor de Albany desapareció de mi Vida y jamás hasta el presente volvió a alumbrar mi Camino. Ahora, intento descubrir sus pasos; pero dentro del laberinto del conocimiento me he extraviado y tengo miedo, mucho miedo, de haber perdido su rastro para siempre. Y lo perdí porque volví a la Vida anterior de buscar y conocer..., buscar y conocer. Fue la ansiedad, la disconformidad con la plenitud de la Sabiduría, lo que me hizo caer en las abominables garras de los sastres que tejen majestuosos trajes de invisible hermosura”.
“Yo y Albany formábamos una unidad; pero cuando me dejé llevar por los embustes, sofismas de los falsos tejedores, sofistas, mi Señor se fue, abandonándome, pues no quiso ser cómplice de mi propia ruina. Todavía me quedaba mucho que aprender por mí mismo”.
“Yo era un escogido, un elegido, como todos, como tú mismo; pero había decidido que mi camino no podía resultar tan fácil y mucho menos encontrarse dentro de mí mismo, por lo que no me quedó otra opción que volver a preguntar a los de fuera, a los demás. En un principio lo hice por pura curiosidad con el afán de conocer los inexistentes vestidos que usa la falsedad para engañar al Caminante”.
“La curiosidad mata al gato. ¡Cuánta Verdad hay en ello!”.
“¡Si me hubiese dado cuenta antes…!“.
“La Verdad sólo es Una y se encuentra dentro de nuestra Consciencia. Sin embargo, la mentira es multifacética y posee muchos matices, apareciendo majestuosa ante sus potenciales víctimas. Se puede decir que la Verdad es Una; sin embargo, realidades, embustes, hay para todos los gustos”.
“Todos los falsos caminos, tejidos de los falsos tejedores, son verdades a medias. No hay otra forma más fácil de engañar al buscador que decirle sólo una parte de la Verdad; pero, eso sí, adornadas con las guirnaldas propias de la vanidad”.
“La Verdad que me mostró el Avatar Albany decía: La Verdad debe de venir a ti”.
“La Verdad a Medias me dijo: Tú tienes que buscar la Verdad”.
“La Verdad de Albany me apremiaba: La Verdad te hará ser Bueno”.
“La Verdad a Medias me asustaba: Tienes que ser Bueno para poder encontrar la Verdad”.
“Y así un sinfín de etcéteras; pero bajo esa situación, ¿cómo podría saber cuál es la auténtica Verdad y qué la verdad a medias? Lo hubiese sabido, Amigo mío, si no me hubiese dejado llevar por el narcisismo, el orgullo y la vanidad. Si hubiese escuchado la sonora Voz de mi Avatar interior”.
“Es por dicha razón que debo de encontrar a Bifredo. Porque sigo perdido en la jungla de la vanidad del conocimiento, y son tan altos los árboles del bosque que no me permiten vislumbrar ningún horizonte. Estoy ahogándome y no me doy cuenta de que tan solo tengo que sacar la nariz del agua con el fin de poder respirar; pero sin embargo, mantengo una actitud de tozudez que terminará por asfixiarme. En el mundo del engaño, mientras más increíble sea una verdad a medias, más gancho tiene para embaucar al buscador. ¡Podrás atravesar paredes, harás grandes prodigios y viajarás por el Tiempo y el Espacio con el Poder de tu Mente. Ganarás Dinero y tendrás al Mundo en tus manos...!”.
“Los falsos tejedores atrapan al Rey, yo del Hombre, por la propia vanidad y egoísmo de éstos”.
“Todos somos Reyes, pues poseemos algo en el interior de nuestro corazón que pertenece a la aristocracia de Prometeo, la Luz de Lucifer, el conocimiento ancestral de toda la Humanidad precedente, nuestros avatares”.
“Es un camino Fabuloso, lleno de Piedras Preciosas, Esmeraldas y Diamantes, dicen los tejedores que atrapan, en sus redes de espejismos, a los reyes incautos; pero Amigo, es harto difícil seguir el camino y tan solo los constantes son capaces de finalizarlo, siguen diciendo. Todos nos sentimos, en algún momento de nuestras vidas, capaces de ser constantes y nos esforzamos por seguir los preceptos que nos imponen. La consecuencia de todo ello es que asimilamos como Realidad lo imaginario, con tal de no descubrir nuestra Real desnudez, ineptitud, incapacidad y estupidez. Es entonces cuando nos dejamos llevar por uno de los caminos de fantasía y verdades a medias, que conocemos como realidades, cuyos conocimientos asimilamos falsamente como si fuesen La Verdad”.
“El conjunto de los elegidos, confundidos en los subconjuntos del espejismo de las distintas realidades, conforma el descomunal monumento que se ha erigido a la Estupidez Humana”.
“Todos los reyes, engañados por los tejedores, saben a ciencia cierta que todo es falso; pero dudan ante la fe de los demás, y ante dicha duda demuestran creer, a pies juntillas, en los preceptos cuando se encuentran ante sus iguales. Todos están engañados, pero nadie descubre sus dudas ante los presentes”.
“Pero eso no es lo peor de todo, sino que los de fuera, los que no tienen que ver con esa trama de verdades a medias y comprueban que son muchos los que penetran en el Templo de las verdades a medias, piensan de corazón que Verdad allí tiene que haber”.
”Es algo así como el antiguo refrán castellano de: Cuando el Río suena es que Agua lleva”.
“Ante esa situación, Miguel —continuó To con su relato—, caí una y otra vez durante el transcurrir de mi Camino, pues mi orgullo y narcisismo me impulsaron a buscar con mis propios medios sin la necesidad de alguna fuerza Superior. La Fuerza del Yo Interno. La Fuerza de la Intuición que me proporcionaba mi Avatar”.
“No obstante, Amigo mío, algo de honestidad quedaba en mi Corazón y ello me impulsó a salir de las veredas de los falsos caminos y con ello volví a encontrarme de frente con la auténtica Realidad: la más espantosa soledad. No contento con haber perdido a mi auténtico Amigo Interior, había contribuido, con mi autoengaño, al engorde de uno de los falsos caminos. Por eso estoy triste, Amigo mío; no sólo me he perdido yo, sino que he contribuido a que muchos inocentes se extravíen de igual modo. La soledad que encontré, cuando comencé a despertar, se fue haciendo cada vez más insoportable y volví a buscar de nuevo; pero en esa ocasión caí en un error mayor que el anterior. La serpiente se mordía la cola. El Universo había entrado en un ciclo sin final”.
“Se parecía tanto a la Verdad… Utilizaban la misma Jerga. No sé... Yo, que cuando había conocido a Albany pensaba que nada me haría tambalear, ahora me sentía como una partícula de plumón mecida al antojo de siniestros vientos estelares”.
“En ese instante, había encontrado mi verdad. No la Verdad, sino mi verdad. La peor de las verdades a medias: La realidad. Ahora la verdad parecía más lógica. Más creíble. De hecho era pragmática y agnóstica, pudiéndose medir, calibrar y estudiar”.
“Pero yo me pregunto, Miguel: La Verdad, ¿tiene necesidad de parecer lógica? La Verdad, ¿es necesario que sea creíble? Durante todo el tiempo que había permanecido en soledad, La Gran Verdad a Medias, Madre de todas las realidades, se había reforzado y perfeccionado hasta confundirse con la Verdad. La Gran Verdad a Medias era más digerible que la propia Verdad”.
“Pero, ¿qué es la Verdad, Miguel, mi Amigo?”.
“Yo había sentido lo que era la Verdad y podría volver a reconocerla, ya que Bifredo me la había mostrado día a día, cuando disfrutaba de su compañía; pero ahora mismo no lo sé ni la siento. Soy como un cascarón vacío. Como la simple sombra de algo trascendente”.
“La Mentira, el Embuste, había llegado a la imitación cuasi perfecta; esa que había logrado engañar incluso a los científicos mejor formados. Yo en estos momentos vibro a una frecuencia diferente de la de mi Ser Interior. Estamos desintonizados o fuera de resonancia. Soy incapaz de escuchar su melodiosa y angustiosa voz: To, despierta, ¡carajo!, que ya es hora, me dice”.
“En esa triste situación, Miguel, mi Amigo, me encuentro”.
Había terminado la disertación de To.
Mi rostro me pareció inerte, alucinado sería la palabra correcta, para intentar definir mi situación tras haber escuchado tan extraña historia con tan sabias palabras.
En esa situación no supe si sentir lástima por él o por mí mismo; porque, de algún modo que no pude comprender, me sentía identificado con la situación emocional de mi Amigo To.
Eso era, debía sentir más lástima por mí; pues al menos To había poseído, durante su Vida, una inquietud mental de tal calibre que lo había llevado a plantearse cuestiones transcendentes; sin embargo, aquí y ahora, yo mismo, ¿qué he sido y qué soy? Más bien, ¿qué he hecho por alimentar a mi Ser Interno durante toda la vida?
Nada, era la respuesta más coherente. De hecho era la única respuesta. To notó que mi semblante había cambiado a una tonalidad blanquecina y que mis cuerdas vocales habían enmudecido.
—Miguel, Amigo, ¿qué te sucede? —me interpeló, preocupado—. Mi charla te ha importunado, ¿verdad...? ¡Algo te preocupa de veras!
—No pasa nada, en absoluto, Querido To. Yo, iluso de mí, pensaba que podría responder a tus singulares preguntas, esas que tanto te preocupan; sin embargo, ya ves, aquí estoy planteándome, por primera vez, esos interrogantes que tú llevas haciéndote durante toda la vida.
Parece mentira cómo pasa el tiempo cuando una conversación trasciende de la cotidianidad.
Ya las mariposas debían estar reposando la noche y sus primas, las palomitas y polillas, habían aparecido, revoloteando alrededor de las recién encendidas y frías luces de la ciudad.
Las estrellas habían empezado a vislumbrarse en la profundidad del firmamento y el Sol ya desaparecía en poniente. Todo un día de nuestra Vida había pasado sin haber sentido la necesidad de comer u otras necesidades corporales. Ahora que pensaba en esas menudencias de la vida física, fui consciente del dolor que me había causado el sol directo; así como la falta de ingestión de alimentos.
Algo extraordinario se había producido en la faz de To durante el tiempo que había durado nuestra íntima conversación.
—Te encuentras mejor —le dije a To, sonriente.
—Sí, amigo mío —dijo—, tu capacidad para escuchar ha producido un verdadero milagro. Mira a nuestro alrededor.
—¿No crees que todo es más bello ahora? ¿Consideras que ahora todo tiene otro sentido? ¿Escuchas el sonido que producen los grillos, al frotar sus élitros, con el fin de atraer a sus hembras?
Así me hablaba el Maestro To. Me sentía, en esos momentos, como uno de los elegidos. Un despierto ante la inmensidad y complejidad de la tela de araña que era el espacio-tiempo del Universo que nos rodeaba. Me sentía como alguien a quien se le hubiese dado una oportunidad que probablemente no merecía. Me sentía dichoso. La noche era templada y una suave brisa acariciaba, con maternal amor, nuestro rostro.
Bendita sea, por toda la Vida, la hora en que me dirigí al que yo pensaba que era un pobrecillo retrasado mental, el tonto del pueblo, digno de mi lástima. Pobre Miguel, pienso ahora.
Pobre de la humanidad.
Mi aspecto cambió desde que terminara de conversar con To; parezco menos alegre, eso es cierto, pero mi interior rebosa de alegría. Aquel día fue crucial para To, pues descubrió que Albany solo dormía. Jamás le había abandonado, pues Bifredo, Señor de Albania, era él. Ya no podía verse como algo aparte de su Ser Interno, sino que éste había crecido dentro de su corazón y se había integrado, definitivamente, en su Vida.
Ahora lo sé. To nunca buscó a Albany, pues Albany siempre había estado con él. To me buscaba a mí y To me había encontrado. Buscaba un discípulo a quien transmitir sus íntimas enseñanzas y lo halló en mí.
Aquella noche que siguiera, como es natural, a la mañana del Ángelus, fue alegre para mí; pero triste para el Mundo.
—Maestro —pregunté a To—, ¿cómo puedo llegar al conocimiento del que tú has bebido?
—Miguel —dijo—, no debes llamarme ni a mí ni a nadie Maestro. ¿Entiendes? Nadie debe decidir por ti. Sólo tu Ser Interno. Tus genes. Tu Avatar interior, como quieras que se llame, es el único que te puede mostrar el Duro Camino que transita hasta la Sabiduría. A partir de ahora, sabiendo que tu Ser Interno se comunica contigo por medio de la intuición, el Camino de la Vida y de la Verdad te será algo más leve, pues tendrás acceso al conocimiento de ti mismo; es decir al conocimiento de todo el Multiverso.
—Maestro... —intenté volver a cuestionar.
—Si quieres preguntar al Maestro, medita y pregúntate a ti mismo —me interrumpió.
—Miguel —me dijo con seriedad—, he encontrado el Amor, el Inegoísmo, y al hacerlo he descubierto que Albany nunca me abandonó. De hecho, Albany siempre he sido yo.
—Entonces, Bifredo, ¿qué andabas buscando? —pregunté.
—Evidentemente a ti —me contestó con severidad.
—¿Para qué To Bifredo?
—Con el único fin de que siga Viva la Llama del Maestro.
—¿Tendré que fundar alguna Escuela? ¿Por qué no la fundaste tú?
—Nadie, repito, nadie que tenga en su consciencia el Poder del Maestro deberá arrastrar prosélitos, pues el Maestro es diferente para cada uno de nosotros. Las enseñanzas de Uno no valen para los demás. La Enseñanza siempre es individual, así como la medicina que alivia los problemas gástricos no tiene por qué servir para los cardiovasculares. Por eso, Amigo mío, Hijo mío, jamás deberás fundar un Centro que muestre las enseñanzas del Maestro y que termine por confundir a las gentes. De hecho, sería una contradicción.
—Entonces, ¿por qué me dices todas estas cosas, me das todas estas directrices?
—Llegará el día, Miguel, en que tú también deberás mostrar a tu discípulo la existencia de su Maestro Interior.
Esas fueron las últimas palabras que pronunció To. Después de darnos un fuerte abrazo, de carácter místico, marchó en silencio y lentamente hacia la lejanía.
Nunca olvidaré aquellos ojos cargados de lágrimas, sin derramar, que se despedían de mí con una sonriente ingenuidad así como triste añoranza. To nunca fue célibe de corazón y marchó en busca de su Alma Gemela, Laura Star Light, y de su triple descendencia. Adiós, To, que prosigas tu trabajo en otros lugares más luminosos y elevados; así como que tu sagrado recuerdo me sirva para llevar a cabo mi ardua y dura tarea.
Adiós, Albany, que te llevaste a otras esferas de influencia a mi tierno amigo To. Espero poder encontrar, algún día, a tu igual en mí. Mucha tarea me esperaba para ser realizada.
“Duro trabajo de esfuerzo y Soledad.
Esa es la búsqueda de uno mismo.
Esa fue la búsqueda de To.
Así será nuestra búsqueda, querido lector”
Donde confluye el horizonte, una cortina teleportadora elevó la figura del Maestro hacia alguna dimensión desconocida, en busca de respuestas y alguna que otra aventura.
Yo, Miguel, en Vieja Tierra, seguiría esperando su retorno.
Aralba
Es cierto que a To todo el mundo le quería; pero no es menos cierto que la mayoría de las personas que se le acercaban buscaban algún provecho egoísta.
Su enorme nariz, entre graciosa y monumental, digna de una Oda de Don Francisco De Quevedo, le daba un cierto aire de muñeco de peluche. Sacado, quizá, de algún cuento para niños chicos. En realidad, haciendo honor a la Verdad, durante el tiempo que le conocí jamás había tenido con To una extensa conversación. Pero sin saber ni por qué Sí, ni por qué No, sentí de repente una enorme curiosidad.
—¡Oye, To! —le pregunté—, ¿por qué te encuentras tan triste?
—¿Te pasa algo? —continué.
—Busco a un Amigo, un Gran Amigo —contestó.
—Pero no soy capaz de encontrarlo —continuó de forma entrecortada.
—¿Cómo se llama ese Amigo tuyo? —interrogué.
—¡Albany, Bifredo de Albany! —me contestó lloriqueando.
—Hombre, ¡no llores!, yo te ayudaré a encontrar a ese Albany y verás qué bien —intenté consolarle, sin saber, con exactitud, de qué se trataba el problema de mi antiguo Amigo.
—No puedes ayudarme —dijo, mascullando unos vocablos apenas audibles—, es un problema mío y sólo yo puedo solucionarlo. No me extrañó, en absoluto, la forma de contestarme To. Todos quienes lo conocíamos éramos conscientes de que se trataba de un Ser solitario, Introvertido y por ello Inhabitual.
Continué interrogándolo, con el fin de intentar sonsacarle alguna información más.
—¡Vamos a ver, To!, ¿para qué buscas a tu Amigo Bifredo de Albany?
—¿Sabes? —continué—, me tienes muy intrigado.
—Bifredo tiene algunas respuestas para algunas cuestiones que me hago.
—¡Caray! —exclamé—, con un poco de suerte, yo te las podré contestar.
—¿Sí, de veras...? —saltó de alegría.
A ver, ¿qué preguntas son esas? —interrogué mientras le mostraba, con una sonrisa, mi dentadura.
Íbamos, To y yo, caminando ensimismados en una conversación a la que no di trascendencia alguna, y por la que perdí, en poco tiempo, toda atención. Era la hora del Ángelus. Una mañana soleada y agradable. Pasamos por lindas callejuelas, donde las paredes de los edificios parecía que fuesen a desplomarse, con deslumbrante brillo, sobre los incautos caminantes.
A pesar de la vejez de la barriada, la vista del entorno visible era más que tonificante para el Alma, ya que las buenas gentes que allí habitaban eran trabajadoras y limpias.
El potente y vertical Sol dibujó halos fulgurantes sobre todo aquello que se encontraba al amparo de su majestuoso trono. Alguna linda mariposa hizo que desviase mi, ya tenue, atención sobre la conversación, monólogo, que mi amigo había mantenido. Pasamos, también, delante de unas bellas damas cuya principal ocupación consistía en sacar agua de un pozo bellamente encalado.
Una pequeña abeja, posiblemente atareada en la recolección del polen de las muchas y olorosas flores del Lugar, hizo que recobrara mi atención hacia las palabras de mi Amigo.
—Bellas mariposas las de este año —sonreí, intentando disimular mi imperdonable, por consciente, despiste.
—Miguel —me reprochó To—, no eres demasiado buen amigo. No has atendido a lo que yo te decía.
—Tú me preguntas —continuó—, pero luego no haces caso.
—Perdona, To, ha sido sin querer —de sobra sabía que estas últimas palabras eran pura mentira.
La rojez de la vergüenza debió aflorar en mi rostro. Ciertamente, en ocasiones, pretendemos querer ayudar a los que consideramos nuestros amigos; pero a la hora de la verdad, cuán poco, o nada, nos interesan aquellos problemas que nos plantean. En ese instante, no fui capaz de comprender que la angustia que sentía To no dejaba de ser mi propio pesar.
—¿Me repites las preguntas? —dije a mi Amigo, poniendo cara de cordero y asumiendo una atención que me costó mantener.
—¿De dónde vengo...? ¿Qué hago aquí...? Y sobre todas las cosas: ¿cuál es mi destino?
Quedé anonadado al escuchar aquellas más que palabras. Quizá en algún momento..., pero ¡No! Nunca me había preocupado, en demasía, de aquellas cuestiones. En este siglo todos teníamos el buche lleno y no había gran cosa de qué preocuparse.
—¡To! —pregunté airado y más intrigado si cabe—, ¿quién es ese Albany? Amigo mío. ¿No será alguien de militancia dudosa que te esté comiendo el coco o, lo que es peor, sacándote tus dineros? Nada más pronunciar aquellas palabras, To rompió a llorar con amargura.
—No digas eso —recriminó, entrecortadamente, mis anteriores palabras.
—Por favor, To, perdóname de veras... ¿Qué ha sido...?
—No —me interrumpió, tú no tienes culpa alguna. Además Bifredo de Albany no existe. Bueno, sí existe; pero no como te lo puedes imaginar. No obstante, prometiste que contestarías a mis preguntas.
Quedé en silencio absoluto. Durante unos instantes, pude verme en un grave aprieto del que nadie podría ayudarme a salir.
El ruido de los coches eléctricos y de las motocicletas ingrávidas rasgó con violencia mi torturada mente; de algún modo, inconscientemente, pretendía perderme entre las irritantes consecuencias de la civilización del siglo XXIV. Tierra, trágame, eran las palabras que repetía una y otra vez en el más puro y cósmico silencio. Pero No, la Tierra no tenía ninguna intención de engullirme en sus entrañas. Estaba condenado a enfrentarme, con todas las consecuencias, al problema que se me había planteado y que no dejaba de ser algo inherente a mi propio destino.
Decidí, por una vez en la Vida, decir la Verdad.
—La verdad, To, es que si pudiera te contestaría a tus graves preguntas; pero esto no me lo esperaba. Creo que es demasiado para mí.
—Y si ese Albany no es normal —me arranqué—, es decir, si no es real, ¿es imaginario?
—¡No! —dijo con suma taxatividad—, es absolutamente Real; pero es el auténtico, el único Amigo de Verdad que tengo.
—Tú —continuó su disertación—, tú también tienes a tu Avatar personal, con otro nombre, seguro; pero seguro que lo tienes.
—Pero, ¿quién es ese Albany? ¡Caray! ¿Por qué me lloraste antes? —pregunté enfadado más por mi propia ignorancia que por sentirme vacilado. To había dejado de llorar.
To sonrió, con su característica gracia, al mismo tiempo que otra sonrisa decoraba con sinceridad mi propia faz.
—Lloraba —comenzó a contarme—, porque yo he conocido a mi propio Avatar, Angel Guardián o Ser interno; pero, sin embargo, he perdido su paradero. Ahora lo busco; pero tanto y tanto he indagado en todo, que mi Señor Albany ha desaparecido dentro del intrincado laberinto del falso conocimiento. Entonces To comenzó la siguiente narración, la cual no pude por menos que escuchar con suma atención.
“Hace ya muchos años, cuando aún era chiquito, en otro tiempo, en otro mundo, yo, To, me hacía las mismas preguntas que te he planteado y empecé a estudiar, leer e indagar en los lugares más insospechados que persona alguna pueda imaginar. Mi mente, conforme iba pasando el tiempo, se iba hinchando de conocimiento vacío; pero la sabiduría no terminaba de llegar. Pasó una cierta cantidad de años y volví mi vista hacia el pasado, para comprobar en qué posición del camino me encontraba. Me angustié, con razón, cuando contemplé que mis ímprobos esfuerzos no habían dado resultado. Algún paso atrás había dado; pero nada había avanzado”.
“Triste, pero calmado, paré mi aparente avance y permanecí en silencio. El silencio que sólo proporciona la auténtica soledad. No pasó mucho tiempo cuando comprobé que en mi interior una pequeña luz amaneció y que en breve aumentó hasta proporcionarme inmensa paz y mayor felicidad. No se trataba de conocimiento humano; pero era cierto que una sabiduría, por mí hasta entonces desconocida, se desplegó como un diorama ante mi mente. Todas las dudas que hasta entonces me habían embargado, quedaron aniquiladas”.
“Según progresaba el tiempo, la luz fue haciéndose mayor hasta inundar todo mi Ser y la certeza se entronó en mi corazón. En esos instantes, comprendí quién era yo. Supe de dónde venía y cuál era mi cometido o destino para con el Mundo y los hombres”.
“Esa luz se me dio a conocer con el sagrado nombre de Bifredo, Señor de las orientales tierras de Albany, porque había despertado mi consciencia pero también Servidor porque ese era mi principal cometido: ser útil a la ascensión de la humanidad. Albany era un Ser excelso que no dejaba de formar parte, intrínseca, de mi propia Persona. Era una sensación difícil de explicar aunque verdaderamente extraña. Como un huésped del que yo fuera su anfitrión”.
“Pero, con tristeza, debo confirmar que el Señor de Albany desapareció de mi Vida y jamás hasta el presente volvió a alumbrar mi Camino. Ahora, intento descubrir sus pasos; pero dentro del laberinto del conocimiento me he extraviado y tengo miedo, mucho miedo, de haber perdido su rastro para siempre. Y lo perdí porque volví a la Vida anterior de buscar y conocer..., buscar y conocer. Fue la ansiedad, la disconformidad con la plenitud de la Sabiduría, lo que me hizo caer en las abominables garras de los sastres que tejen majestuosos trajes de invisible hermosura”.
“Yo y Albany formábamos una unidad; pero cuando me dejé llevar por los embustes, sofismas de los falsos tejedores, sofistas, mi Señor se fue, abandonándome, pues no quiso ser cómplice de mi propia ruina. Todavía me quedaba mucho que aprender por mí mismo”.
“Yo era un escogido, un elegido, como todos, como tú mismo; pero había decidido que mi camino no podía resultar tan fácil y mucho menos encontrarse dentro de mí mismo, por lo que no me quedó otra opción que volver a preguntar a los de fuera, a los demás. En un principio lo hice por pura curiosidad con el afán de conocer los inexistentes vestidos que usa la falsedad para engañar al Caminante”.
“La curiosidad mata al gato. ¡Cuánta Verdad hay en ello!”.
“¡Si me hubiese dado cuenta antes…!“.
“La Verdad sólo es Una y se encuentra dentro de nuestra Consciencia. Sin embargo, la mentira es multifacética y posee muchos matices, apareciendo majestuosa ante sus potenciales víctimas. Se puede decir que la Verdad es Una; sin embargo, realidades, embustes, hay para todos los gustos”.
“Todos los falsos caminos, tejidos de los falsos tejedores, son verdades a medias. No hay otra forma más fácil de engañar al buscador que decirle sólo una parte de la Verdad; pero, eso sí, adornadas con las guirnaldas propias de la vanidad”.
“La Verdad que me mostró el Avatar Albany decía: La Verdad debe de venir a ti”.
“La Verdad a Medias me dijo: Tú tienes que buscar la Verdad”.
“La Verdad de Albany me apremiaba: La Verdad te hará ser Bueno”.
“La Verdad a Medias me asustaba: Tienes que ser Bueno para poder encontrar la Verdad”.
“Y así un sinfín de etcéteras; pero bajo esa situación, ¿cómo podría saber cuál es la auténtica Verdad y qué la verdad a medias? Lo hubiese sabido, Amigo mío, si no me hubiese dejado llevar por el narcisismo, el orgullo y la vanidad. Si hubiese escuchado la sonora Voz de mi Avatar interior”.
“Es por dicha razón que debo de encontrar a Bifredo. Porque sigo perdido en la jungla de la vanidad del conocimiento, y son tan altos los árboles del bosque que no me permiten vislumbrar ningún horizonte. Estoy ahogándome y no me doy cuenta de que tan solo tengo que sacar la nariz del agua con el fin de poder respirar; pero sin embargo, mantengo una actitud de tozudez que terminará por asfixiarme. En el mundo del engaño, mientras más increíble sea una verdad a medias, más gancho tiene para embaucar al buscador. ¡Podrás atravesar paredes, harás grandes prodigios y viajarás por el Tiempo y el Espacio con el Poder de tu Mente. Ganarás Dinero y tendrás al Mundo en tus manos...!”.
“Los falsos tejedores atrapan al Rey, yo del Hombre, por la propia vanidad y egoísmo de éstos”.
“Todos somos Reyes, pues poseemos algo en el interior de nuestro corazón que pertenece a la aristocracia de Prometeo, la Luz de Lucifer, el conocimiento ancestral de toda la Humanidad precedente, nuestros avatares”.
“Es un camino Fabuloso, lleno de Piedras Preciosas, Esmeraldas y Diamantes, dicen los tejedores que atrapan, en sus redes de espejismos, a los reyes incautos; pero Amigo, es harto difícil seguir el camino y tan solo los constantes son capaces de finalizarlo, siguen diciendo. Todos nos sentimos, en algún momento de nuestras vidas, capaces de ser constantes y nos esforzamos por seguir los preceptos que nos imponen. La consecuencia de todo ello es que asimilamos como Realidad lo imaginario, con tal de no descubrir nuestra Real desnudez, ineptitud, incapacidad y estupidez. Es entonces cuando nos dejamos llevar por uno de los caminos de fantasía y verdades a medias, que conocemos como realidades, cuyos conocimientos asimilamos falsamente como si fuesen La Verdad”.
“El conjunto de los elegidos, confundidos en los subconjuntos del espejismo de las distintas realidades, conforma el descomunal monumento que se ha erigido a la Estupidez Humana”.
“Todos los reyes, engañados por los tejedores, saben a ciencia cierta que todo es falso; pero dudan ante la fe de los demás, y ante dicha duda demuestran creer, a pies juntillas, en los preceptos cuando se encuentran ante sus iguales. Todos están engañados, pero nadie descubre sus dudas ante los presentes”.
“Pero eso no es lo peor de todo, sino que los de fuera, los que no tienen que ver con esa trama de verdades a medias y comprueban que son muchos los que penetran en el Templo de las verdades a medias, piensan de corazón que Verdad allí tiene que haber”.
”Es algo así como el antiguo refrán castellano de: Cuando el Río suena es que Agua lleva”.
“Ante esa situación, Miguel —continuó To con su relato—, caí una y otra vez durante el transcurrir de mi Camino, pues mi orgullo y narcisismo me impulsaron a buscar con mis propios medios sin la necesidad de alguna fuerza Superior. La Fuerza del Yo Interno. La Fuerza de la Intuición que me proporcionaba mi Avatar”.
“No obstante, Amigo mío, algo de honestidad quedaba en mi Corazón y ello me impulsó a salir de las veredas de los falsos caminos y con ello volví a encontrarme de frente con la auténtica Realidad: la más espantosa soledad. No contento con haber perdido a mi auténtico Amigo Interior, había contribuido, con mi autoengaño, al engorde de uno de los falsos caminos. Por eso estoy triste, Amigo mío; no sólo me he perdido yo, sino que he contribuido a que muchos inocentes se extravíen de igual modo. La soledad que encontré, cuando comencé a despertar, se fue haciendo cada vez más insoportable y volví a buscar de nuevo; pero en esa ocasión caí en un error mayor que el anterior. La serpiente se mordía la cola. El Universo había entrado en un ciclo sin final”.
“Se parecía tanto a la Verdad… Utilizaban la misma Jerga. No sé... Yo, que cuando había conocido a Albany pensaba que nada me haría tambalear, ahora me sentía como una partícula de plumón mecida al antojo de siniestros vientos estelares”.
“En ese instante, había encontrado mi verdad. No la Verdad, sino mi verdad. La peor de las verdades a medias: La realidad. Ahora la verdad parecía más lógica. Más creíble. De hecho era pragmática y agnóstica, pudiéndose medir, calibrar y estudiar”.
“Pero yo me pregunto, Miguel: La Verdad, ¿tiene necesidad de parecer lógica? La Verdad, ¿es necesario que sea creíble? Durante todo el tiempo que había permanecido en soledad, La Gran Verdad a Medias, Madre de todas las realidades, se había reforzado y perfeccionado hasta confundirse con la Verdad. La Gran Verdad a Medias era más digerible que la propia Verdad”.
“Pero, ¿qué es la Verdad, Miguel, mi Amigo?”.
“Yo había sentido lo que era la Verdad y podría volver a reconocerla, ya que Bifredo me la había mostrado día a día, cuando disfrutaba de su compañía; pero ahora mismo no lo sé ni la siento. Soy como un cascarón vacío. Como la simple sombra de algo trascendente”.
“La Mentira, el Embuste, había llegado a la imitación cuasi perfecta; esa que había logrado engañar incluso a los científicos mejor formados. Yo en estos momentos vibro a una frecuencia diferente de la de mi Ser Interior. Estamos desintonizados o fuera de resonancia. Soy incapaz de escuchar su melodiosa y angustiosa voz: To, despierta, ¡carajo!, que ya es hora, me dice”.
“En esa triste situación, Miguel, mi Amigo, me encuentro”.
Había terminado la disertación de To.
Mi rostro me pareció inerte, alucinado sería la palabra correcta, para intentar definir mi situación tras haber escuchado tan extraña historia con tan sabias palabras.
En esa situación no supe si sentir lástima por él o por mí mismo; porque, de algún modo que no pude comprender, me sentía identificado con la situación emocional de mi Amigo To.
Eso era, debía sentir más lástima por mí; pues al menos To había poseído, durante su Vida, una inquietud mental de tal calibre que lo había llevado a plantearse cuestiones transcendentes; sin embargo, aquí y ahora, yo mismo, ¿qué he sido y qué soy? Más bien, ¿qué he hecho por alimentar a mi Ser Interno durante toda la vida?
Nada, era la respuesta más coherente. De hecho era la única respuesta. To notó que mi semblante había cambiado a una tonalidad blanquecina y que mis cuerdas vocales habían enmudecido.
—Miguel, Amigo, ¿qué te sucede? —me interpeló, preocupado—. Mi charla te ha importunado, ¿verdad...? ¡Algo te preocupa de veras!
—No pasa nada, en absoluto, Querido To. Yo, iluso de mí, pensaba que podría responder a tus singulares preguntas, esas que tanto te preocupan; sin embargo, ya ves, aquí estoy planteándome, por primera vez, esos interrogantes que tú llevas haciéndote durante toda la vida.
Parece mentira cómo pasa el tiempo cuando una conversación trasciende de la cotidianidad.
Ya las mariposas debían estar reposando la noche y sus primas, las palomitas y polillas, habían aparecido, revoloteando alrededor de las recién encendidas y frías luces de la ciudad.
Las estrellas habían empezado a vislumbrarse en la profundidad del firmamento y el Sol ya desaparecía en poniente. Todo un día de nuestra Vida había pasado sin haber sentido la necesidad de comer u otras necesidades corporales. Ahora que pensaba en esas menudencias de la vida física, fui consciente del dolor que me había causado el sol directo; así como la falta de ingestión de alimentos.
Algo extraordinario se había producido en la faz de To durante el tiempo que había durado nuestra íntima conversación.
—Te encuentras mejor —le dije a To, sonriente.
—Sí, amigo mío —dijo—, tu capacidad para escuchar ha producido un verdadero milagro. Mira a nuestro alrededor.
—¿No crees que todo es más bello ahora? ¿Consideras que ahora todo tiene otro sentido? ¿Escuchas el sonido que producen los grillos, al frotar sus élitros, con el fin de atraer a sus hembras?
Así me hablaba el Maestro To. Me sentía, en esos momentos, como uno de los elegidos. Un despierto ante la inmensidad y complejidad de la tela de araña que era el espacio-tiempo del Universo que nos rodeaba. Me sentía como alguien a quien se le hubiese dado una oportunidad que probablemente no merecía. Me sentía dichoso. La noche era templada y una suave brisa acariciaba, con maternal amor, nuestro rostro.
Bendita sea, por toda la Vida, la hora en que me dirigí al que yo pensaba que era un pobrecillo retrasado mental, el tonto del pueblo, digno de mi lástima. Pobre Miguel, pienso ahora.
Pobre de la humanidad.
Mi aspecto cambió desde que terminara de conversar con To; parezco menos alegre, eso es cierto, pero mi interior rebosa de alegría. Aquel día fue crucial para To, pues descubrió que Albany solo dormía. Jamás le había abandonado, pues Bifredo, Señor de Albania, era él. Ya no podía verse como algo aparte de su Ser Interno, sino que éste había crecido dentro de su corazón y se había integrado, definitivamente, en su Vida.
Ahora lo sé. To nunca buscó a Albany, pues Albany siempre había estado con él. To me buscaba a mí y To me había encontrado. Buscaba un discípulo a quien transmitir sus íntimas enseñanzas y lo halló en mí.
Aquella noche que siguiera, como es natural, a la mañana del Ángelus, fue alegre para mí; pero triste para el Mundo.
—Maestro —pregunté a To—, ¿cómo puedo llegar al conocimiento del que tú has bebido?
—Miguel —dijo—, no debes llamarme ni a mí ni a nadie Maestro. ¿Entiendes? Nadie debe decidir por ti. Sólo tu Ser Interno. Tus genes. Tu Avatar interior, como quieras que se llame, es el único que te puede mostrar el Duro Camino que transita hasta la Sabiduría. A partir de ahora, sabiendo que tu Ser Interno se comunica contigo por medio de la intuición, el Camino de la Vida y de la Verdad te será algo más leve, pues tendrás acceso al conocimiento de ti mismo; es decir al conocimiento de todo el Multiverso.
—Maestro... —intenté volver a cuestionar.
—Si quieres preguntar al Maestro, medita y pregúntate a ti mismo —me interrumpió.
—Miguel —me dijo con seriedad—, he encontrado el Amor, el Inegoísmo, y al hacerlo he descubierto que Albany nunca me abandonó. De hecho, Albany siempre he sido yo.
—Entonces, Bifredo, ¿qué andabas buscando? —pregunté.
—Evidentemente a ti —me contestó con severidad.
—¿Para qué To Bifredo?
—Con el único fin de que siga Viva la Llama del Maestro.
—¿Tendré que fundar alguna Escuela? ¿Por qué no la fundaste tú?
—Nadie, repito, nadie que tenga en su consciencia el Poder del Maestro deberá arrastrar prosélitos, pues el Maestro es diferente para cada uno de nosotros. Las enseñanzas de Uno no valen para los demás. La Enseñanza siempre es individual, así como la medicina que alivia los problemas gástricos no tiene por qué servir para los cardiovasculares. Por eso, Amigo mío, Hijo mío, jamás deberás fundar un Centro que muestre las enseñanzas del Maestro y que termine por confundir a las gentes. De hecho, sería una contradicción.
—Entonces, ¿por qué me dices todas estas cosas, me das todas estas directrices?
—Llegará el día, Miguel, en que tú también deberás mostrar a tu discípulo la existencia de su Maestro Interior.
Esas fueron las últimas palabras que pronunció To. Después de darnos un fuerte abrazo, de carácter místico, marchó en silencio y lentamente hacia la lejanía.
Nunca olvidaré aquellos ojos cargados de lágrimas, sin derramar, que se despedían de mí con una sonriente ingenuidad así como triste añoranza. To nunca fue célibe de corazón y marchó en busca de su Alma Gemela, Laura Star Light, y de su triple descendencia. Adiós, To, que prosigas tu trabajo en otros lugares más luminosos y elevados; así como que tu sagrado recuerdo me sirva para llevar a cabo mi ardua y dura tarea.
Adiós, Albany, que te llevaste a otras esferas de influencia a mi tierno amigo To. Espero poder encontrar, algún día, a tu igual en mí. Mucha tarea me esperaba para ser realizada.
“Duro trabajo de esfuerzo y Soledad.
Esa es la búsqueda de uno mismo.
Esa fue la búsqueda de To.
Así será nuestra búsqueda, querido lector”
Donde confluye el horizonte, una cortina teleportadora elevó la figura del Maestro hacia alguna dimensión desconocida, en busca de respuestas y alguna que otra aventura.
Yo, Miguel, en Vieja Tierra, seguiría esperando su retorno.
Aralba