Reconozco, ante mis posibles
lectores, que no soy la persona más indicada para escribir acerca de Leonardo
Da Vinci; dado que, a pesar de ser uno de mis héroes de la adolescencia,
gracias a una Serie de la Televisión Italiana que pudimos ver en blanco y negro
y de la que conservo breves retazos, no hemos leído apenas nada acerca de éste
Gigante del Renacimiento; pero prefiero que sea así, dado que la contaminación
de hipotéticas interpretaciones de terceros será inexistente y solo
transcribiremos el contenido del anónimo manuscrito y nuestras humildes y
limitadas impresiones.
“El Vaticano no desconfía de mi
verdadera procedencia, dado que la desconoce; pero también he detectado que a
pesar de haber puesto en mis manos tamaña responsabilidad me están vigilando de
continuo y no hay paso que dé en el que no descubra que siempre soy seguido por
un par de agentes del Papa.
Por un momento pensé que mi estricta
castidad me delataría como un Perfecto Cátaro como a ellos les gusta denominar a
los iniciados predicadores valdenses; pero me ha alegrado conocer que las
habladurías que hay acerca de ese aspecto de mi vida van encaminadas a tildarme
como un pervertido sodomita. Si el Papa descubriese la verdad, de que soy un
infiltrado de los Fideli D´Amore, no vacilaría en solicitar mi ejecución.
La Religión Oficial que, por
decreto, ha decidido tomar por herejes a los seguidores de las enseñanzas de
Jesús de Nazaret y por lo tanto debemos mantenernos en el mayor de los
anonimatos, desde hace mil años viene construyendo un Templo de ignominia, ignorante
fanatismo y superstición que ni siquiera los más instruidos de sus clérigos en
realidad creen.
Son los nuevos fariseos que
pretenden mantener dominada a la población mediante la táctica del miedo y
tergiversando, por completo, las enseñanzas del Maestro Jesús.
Aunque soy libre para ejecutar
los trabajos que me han encomendado de pintura; no obstante, tengo que
sujetarme a unas normas básicas para que no descubran que éste supuestamente
agnóstico Pintor, en realidad es un auténtico creyente de la Gnosis Primordial.
Dado que les consta que entre mi
instrucción se encuentra la lectura de extrañas lenguas, me han proporcionado
algunos escritos de diversas religiones de Extremo Oriente y del propio Egipto
para, a la hora de diseñar los pictóricos pasajes bíblicos, poder inspirarme en
algunos de sus míticos personajes. De algún modo es como si estuviesen
construyendo una omnímoda Religión Sincrética que contuviese, en su seno, todo
aquello que atrae a la masa humana. Intuyo que existe un guion previo en todo
ello y cuyo destino final se perdiera en lo profundo del Futuro. Este es el
principal móvil, en caso de que no haya sido descubierto y destruido, por el
que posiblemente estés leyendo, querido lector, este humilde escrito”
Recuerdo que cuando descubrí éste
legajo y lo leí por primera vez, no entendí demasiado; de hecho nada, y lo tomé
como producto de la delirante mente de un inadaptado social; pero esa sensación
duró bien poco pues, por aquella época, ya estaba yo predispuesto a tomar en
serio algunos, pocos, de los postulados que en esos papeles se describían. Yo
mismo era un apóstata del catolicismo, dado que recientemente había abrazado el
camino de una vía del protestantismo evangélico. Recuerdo que por aquel
entonces tenía diecisiete años de edad.
Por otro lado, aunque quisiera
comprender algunas de las cosas que me decía el supuesto Leonardo, no podía
estar más en desacuerdo; dado que la herejía que parecía trascender del Escrito,
era en muchas ocasiones completamente diferente de la Teología que yo podía
asimilar de lo aprendido por los sermones y en la Escuela Dominical. Había cosas en
común, lo reconozco, como aquello de que la Iglesia Romana era la Gran Ramera y
que el Papa pudiera ser el Anticristo; pero eso de la castidad y el celibato no
parecía que nos fuera enseñado, dado que según el pastor y los predicadores,
nada de eso se encontraba, de forma explícita, en la Sagrada Biblia constituida
por el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Solo años después, tras una
minuciosa relectura del Documento, ya desvinculado de los dogmas protestantes
pude comprender que muchos de los vicios que arrastraba la Iglesia Católica,
por más de mil años, aún seguían vigentes en las iglesias reformadas. De algún
modo es como si la Reforma solo hubiese sido parcial y, por algún motivo que
desconozco aún, no se profundizó lo suficiente en redescubrir la Enseñanza
Original del Maestro Esenio, Jesús de Nazaret.
Según este Documento que
reconozco no saber si su procedencia es cierta o no, existía un grupo Secreto,
los Fideli D´Amore o Fe D´Santa que al parecer tuviera que ver con los
caballeros templarios y del que mucho tiempo después descubrí que el propio
Dante Alighieri, habría sido un miembro destacado y de alto rango. Eso parecía
ser un disparate histórico que unía lo que se conocía como el renombrado por su
enemigos como el movimiento Cátaro, en realidad los buenos cristianos o
Valdenses, con la caballería Templaria y sus organizaciones secretas colaterales.
Eso fue un gran descubrimiento para mí y que me abriría los ojos a muchas cosas
que antes se habían encontrado sumidas en las tinieblas de la ignorancia.
Quise entender, como creo que lo
hace ahora mismo el Lector, que desde los primeros siglos del Cristianismo, de
forma paralela a la Construcción de la considerada como Universal Iglesia
Católica de Roma, habíase mantenido viva la original enseñanza del Maestro Jesús,
el Judío Gnóstico muy a pesar de la temible, cruenta y sanguinaria persecución,
como maléficos herejes, a que habían sido sometidos los buenos cristianos que habían
sabido mantenerse al margen de los tejemanejes de la curia romana.
Gentes como Leonardo, Dante y
otros muchos supieron navegar, de incógnito, en el mismo barco que dirigían sus
más acérrimos enemigos y lograron transmitirnos la verdadera enseñanza
primordial mediante sus trabajos pictóricos o literarios y poéticos, con riesgo
a ser descubiertos y pagar por tal osadía con sus propias vidas. Muchos lo
hicieron hasta época bien temprana.
“Esta gente, los clérigos, son un
freno para el progreso de la humanidad. Todo lo que no se encuentre en lo que
ellos consideran como su libro sagrado, en latín y solo a su particular
disposición, es herético y causa de persecución y destrucción. Mis trabajos, en
ese sentido, debo realizarlos en el más estricto secreto y me temo que solo
podrán ser publicados tras mi muerte si no quiero, como ha venido sucediendo
durante todos estos siglos, poner en peligro mi vida y la de mi Comunidad
Cristiana ancestral.
Me salva el consuelo de que la
mentira jamás podrá prevalecer dado que toda palabra, realizada por el hombre, de forma vocal o escrita en cualquier idioma sea mágico o profano, simbólico o
pictórico, es inspirada por Dios y, por mucho que se intente tergiversar su
información primigenia siempre, de forma ineludible, terminará soltando el tufo
de la Verdad que conserva en sus dañadas entrañas.
Me apena ver como unos pocos
banqueros, amparados por el poder de Roma y de algunos ignorantes reyezuelos,
viven rodeados de indecente lujo, mientras que lo que consideran como populacho
se arrastra miserablemente entre las sucias calles de los arrabales intentando
robar algún mendrugo de pan o conseguir algún trabajo mal pagado y que, apenas,
les proporcione de comer a ellos y a su familia. Lo peor de todo es que se
trata de una ingente masa sumida, de forma provocada, en la más sublime
ignorancia y los hacen vivir como ganado.
El Manual de dominio del Mundo
algún día será utilizado en su contra y sus designios y malas artes se volverán
contra ellos porque; es Ley demostrada que, el que a espada mata a espada debe
morir”
Conforme iba profundizando en el
Manual para el dominio del Mundo, escrito por un anónimo Leonardo, que yo
vagamente podía identificar con el famoso Da Vinci, comprobaba cómo la imagen
histórica que nos ha llegado de Leonardo hasta nuestros días era algo plano,
sin vida y sin misterio, cargado de suposiciones mal intencionadas sin
fundamento alguno. El único modo que había de intentar penetrar en la psique
del Gran Hombre del Renacimiento era empaparse de sus trabajos pictóricos y
científicos; ahora podía contemplarlo de otro modo más humano y menos
artificial. Alguien que no miraba solo por su supervivencia y reputación, sino
que su trabajo estaba siendo hecho como un legado para la posteridad, para el
futuro de la humanidad y ello, paradójico, utilizando la fuerza económica del
Enemigo secular.
Por lo ya expuesto, el lector
habrá comprobado que cuando descubrí éste escrito era un adolescente, cargado
de hormonas, que se encontraba plenamente integrado en la Iglesia Evangélica de
un barrio cercano a mi domicilio de Madrid y, por lo tanto, supondrá que como
hiciera cualquier joven en mi misma situación, hablé de mi descubrimiento con
mis amigos de la Iglesia; de hecho era en ese ambiente en el único lugar donde
los tenía.
Yo hablaba de mi descubrimiento
con ingenua franqueza y convicción. De haber hecho caso de los consejos
recibidos por aquellos que consideraba como más allegados, incluso que la
propia familia, lo que estáis ahora leyendo sería imposible, pues los papeles
habrían sido destruidos. De hecho, el que esto no sea así se lo debemos a mi
Hermana Dolores que llevada por un desconocido impulso me los sustrajo antes de
que yo pudiera encontrarlos, evitando así que el temible fuego del fanatismo
religioso pudiera dar buena cuenta pública de ellos.
Los amigos, cuando les conté que el
escrito se había perdido no me creyeron y supusieron que solo era un ardid mío para
no tener que destruir aquella aberración anónima, Bueno, aquello me sirvió de
lección en aquel momento, y tiempo después sería uno más de los muchos motivos
que me impulsarían a abandonar la Iglesia Evangélica. Gracias, Querida Hermana,
por sustraerlos y esconderlos a mi impulso inquisitorial y por no habérselo
regalado a tus amigas; lo cual habría sido otro modo de perderlos aunque no
hubiesen acabado en el “Purificador fuego del Espíritu Divino”.
“Debo reconocer que muchos de mis
diseños e invenciones, me fueron dados por el Altísimo, mediante sueños lúcidos
y si hay algo de lo que deba de arrepentirme es de aquellos diseños de armas de
guerra que me eran solicitados por mis mecenas y benefactores con el fin de
darles ventaja en sus contiendas vecinales; pero por otro lado, la mayoría de
aquellos inventos serían inútiles, dado que llevado por mi Espíritu Divino, el
resultado práctico de aquellos armatostes eran nada funcionales y jamás
pudieron ser utilizados en el campo de batalla.
De tarde en tarde debo ponerme en
contacto con el Gran Maestre de mi Congregación y sus sabias palabras me
alivian cuando me dice que estoy haciendo lo correcto y estoy donde debo de
estar. De algún modo yo soy sus ojos y sus oídos, porque aunque es una lucha
prolongada, oculta y sibilina, el resultado será favorable para el racionalismo
y para la Verdad que ocultamente llevamos guardando para cuando llegue el
futuro elegido.
Los clérigos piensan,
erróneamente, que trabajo para ellos y, esto en apariencia es así; pero como en
un complejo juego de mesa, las cartas no están aún descubiertas y quien posea
la Verdad será el ganador de ésta cósmica contienda.
Ellos están convencidos que
trabajan por Dios y para Dios; pero no se dan cuenta que ese supuesto Dios no es
otro que Satanás, el Príncipe de este Mundo. Un falso dios que será depuesto
cuando llegue la hora prefijada y ni sus atroces torturas ni sus endiabladas
persecuciones podrán evitar lo que se encuentra ya escrito en el Libro de la
Vida”
El escrito que ahora tenéis el
privilegio de poder leer fue quien implantó en mi Ser el germen de la Herejía y
desde aquel momento me transformé en un rebelde contra todo aquello que
quisiera imponer su voluntad sobre mi propia libertad.
Había descubierto que la Reforma
Protestante había sido una necesidad; pero una necesidad que no cumplió con
todas las expectativas de los buenos cristianos y cuando llegase el momento,
esos valdenses gnósticos casi contemporáneos de los tiempos apostólicos, sus
restos, tras el lamentable, acontecimiento del genocidio Cátaro del Languedoc,
serían fagocitados por la propia Reforma y terminarían formando parte de ella
como una denominación más.
No obstante, el germen de la
Verdad implantado por Jesús de Nazaret y por otros con muchísima anterioridad, es
algo inmortal y que ningún fuego o supuesta magia podrá destruir jamás.
Después de Leonardo vendrían
otros muchos, algunos más prudentes que otros. Unos serían quemados en las
hogueras de la inquisición; pero otros sabrían dejar, de forma sibilina, la
semilla de la verdad en todos y cada uno de sus trabajos. Surgirían nuevas
organizaciones en torno a impalpables ideas, unas discretas y otras incluso
secretas; pero todas y cada una de ellas llevaban en su Seno el imparable Cáncer
de la Salud y de la Vida Eterna, el Conocimiento, la Verdad, la Gnosis.
Como estará suponiendo mi
paciente lector, me pregunté si existiría alguna Organización o Movimiento que
mantuviese en alto el pendón del legado que un día enarbolara Leonardo; y sí,
en esa minuciosa y larga búsqueda me embarqué.
Aralba