"Jesús, Cristo y Jesucristo"
-¿De qué estamos hablando?-
Vamos a tratar, de forma racional, la etimología de éstas palabras para observar si se vienen o no, utilizando de forma correcta y si deben o no, usarse en el contexto que generalmente se viene utilizando.
Comenzaremos por el significado real de cada una de la Palabras y luego profundizaremos, un poco, en su significados, tanto literal como simbólico y si su utilización es correcta o errónea.
Jesús es un Nombre Propio que proviene del Arameo "Yeshua'' que, al mismo tiempo es una contracción del término ''Yehosua", un nombre compuesto que significa Jehová o "Yahveh" el Salvador. Jehová, como todos ustedes deben de conocer es el nombre que el Pueblo judío daba a su Dios. Una Deidad, para los cristianos gnósticos que por su carácter despótico, iracundo y vengativo no podía, en modo alguno, ser un Dios de Amor ni, por lo tanto, un Salvador de nada ni de nadie.
La Palabra Cristo es un adjetivo proveniente del Latín "Christus'' y su significado viene a ser el de "Ungido"; pero puede utilizarse como el Marcado, el Elegido, el Enviado y, por lo tanto, también el Mesías. Antiguamente existía la costumbre de ungir, untar, con mirra u otros oleos olorosos, la frente de los reyes cuando eran elevados a tal rango. De ahí, la simbólica mirra recibida por Jesús, en su nacimiento, de parte de los Magos de Oriente y que simbolizaba que Jesús, en tanto que Personalidad recién nacida, ya traía consigo la Marca de Cristo.
Solo nos queda el Término compuesto Jesucristo. Compuesto porque se trata de la unión de las palabras individuales Jesús y Cristo, así: Jesus-Cristo que; por otro lado, son palabras de origen diferenciado. Como vimos "Yehosua" (Jesús) es una Palabra de origen Arameo. El Arameo, por decir así, era una suerte de dialecto helenizado del Hebreo y "Christus" (Cristo) es una Palabra de origen latino y cuya composición sería "Yehosua-Christus" o "Yeshua-Christos"; es decir, "Yesuachristos"; pero ¿cuál sería su real significado?.
De toda la vida se conoce que no puede producirse la suma de productos diferentes. Es decir no se pueden sumar peras y manzanas como no pueden sumarse melones y limones. Entonces, ¿por qué su unió una expresión hebrea, más antigua, por así decir, y otra latina, más moderna?
Simbólicamente hablando, cualquier combinación sería posible; pero si lo llevamos a una situación literal, resulta que algo no casa, no nos cuadra.
Literalmente, la traducción de Jesucristo podría ser "Dios Salvador Ungido" o "Ungido por Dios el Salvador" si utilizamos la composición gramatical del Inglés o del latín clásico que pone por delante el Adjetivo al Nombre.
Ya, nos encontramos ante un terrible inconveniente, en cuanto que los judíos tenían prohibido pronunciar el nombre de su Dios (Jehová o Yahveh). Entonces ¿Por qué se asignaba a un individuo un nombre, aunque fuese compuesto, que llevase el nombre impronunciable de su Dios?. Literalmente, no posee sentido alguno y podría tomarse como una herejía contra todo lo que significaba la Tradición Judía.
Bien, entre otras cosas, a pesar de que el judaísmo otorga noventa y tantos nombres, todos ellos secretos e impronunciables, al Dios de su Pueblo, como grados posee la Masonería Egipcia, los gnósticos, precursores de nuestro Colegio Invisible de la Rosacruz, entendían que no solo el verdadero Nombre del único y verdadero Dios era impronunciable sino también desconocido, en tanto que cualquier Nombre es una creación del Ser Humano y darle un nombre a Dios sería tan arrogante como asignarse algún tipo de Poder, nuestro, sobre él, en tanto que fue el mismo Dios, según las escrituras, quien proporcionara al Hombre la capacidad de nominar a todas y cada una de las criaturas creadas en la Tierra para poseer dominio sobre ellas.
Desde un punto de vista simbólico todo cobra un nuevo significado, sin estar supeditado a la existencia arqueológica de un supuesto individuo denominado como Jesús, apodado el Cristo y renombrado como Jesucristo. Para nosotros, lo hemos dicho, del mismo modo que para los antiguos gnósticos, de forma repetida, que la existencia terrenal o no de un Rabino judío denominado como Jesús de Nazaret que naciera en Belén, predicara en toda Judea y muriera en la cruz del Calvario, resucitado al tercer día es absolutamente irrelevante. De hecho, si mañana viniesen unos extraterrestres con tecnología para viajar en el tiempo y nos demostrarán, fehacientemente, que Jesús, como individuo no literario, jamás existió, eso no nos afectaría, en nada, a los gnósticos rosacruces, en tanto que las enseñanzas escritas nunca son tomadas como verdades históricas sino como analogías que representan verdades espirituales.
En éste sentido tenemos que ver el Nombre de Jesús como una inconsistencia teológica en tanto que, aunque podamos decidir de Dios que es el Salvador, sin embargo, no podemos pronunciar su nombre; además, los gnósticos jamás identificaron al tal "Jehová" con el auténtico Demiurgo Creador del Universo sino como un vil impostor, El Gran Presuntuoso, fácil de desenmascarar leyendo las escrituras del Antiguo Testamento judío. Entonces ¿Qué podría representar, de forma simbólica, el Nombre de Jesús?, ¿Quizá, algo tan arrogante como la composición de egos que conocemos como Personalidad?, Exacto, en tanto que un Nombre es la representación de algo, en éste caso de una Persona, de carácter temporal, independientemente de que pudiera haber existido o no, como, igualmente, la Personalidad es la personificación suplantadora, en nuestro Plano de existencia, del verdadero Ser Espiritual, eterno e inmortal que es el Hombre Cósmico verdadero.
Así, a partir de éste instante nos cuadra la unión de peras y manzanas en tanto que el nombre de "Yeshua" en Arameo judaico que representa a lo antiguo, la Personalidad humana, independientemente del nombre que se le haya otorgado por sus padres, ya sea Juan, Pedro o María y, por otro lado, tenemos lo nuevo, lo que representa al verdadero Hombre Divino. "Christus", en el Latín del Imperio Romano, que como vimos significa Ungido. Una unción es algo que irá unido al cuerpo untado; pero no deja de ser algo ajeno y externo a él, aunque como cualquier óleo o unción, parte del producto penetrará en la piel mediante los poros. Así tenemos que, una piel porosa, rugosa y agrietada, tras la unción puede resultar, a la vista, lisa, límpida y luminosa; es decir, transformada.
El Término Jesús-Cristo es la representación de lo que todos los seres humanos somos. Un Alma Material, Jesús, Hijo de la Mentira, "Hijo del Hombre" y una Alma Espiritual, "Cristo", Hijo de la Verdad, Hijo de Dios, Dios mismo.
Así, ciertas expresiones hechas por algunos cristianos carecen de sentido como por ejemplo, "Jesús el Salvador de los hombres", en tanto que existe una redundancia fácil de destapar, dado que Jesús es: Díos el Salvador, tendríamos: Dios el Salvador Salvador; es decir, no posee sentido ni significado alguno; pero sin embargo si podemos hablar de Cristo, el Mesías como el Enviado para Salvar a Jesús, el Hombre de Personalidad arrogante y que se cree, sin serlo, Dios mismo.
Otra frase impropia es decir "Jesús viene", en tanto que el Salvador como Dios que es se encuentra en todas partes y no tiene que venir de algún lado, ya se encontraría aquí; sin embargo, respecto a Cristo cobra todo su sentido en tanto que como Mesías; es decir Enviado, es lógico y natural que venga.
"Jesús no salva nada", por mucho que lo repitan ciertos cristianos fundamentalistas, pues Jesús representa la Personalidad que sí es salvada con la unción, es decir, la venida de Cristo, la Marca de Dios que todos llevamos latente en nuestro interior; pero que debe de despertar dentro de nuestro interior, venir a nosotros, para que la transfiguración de Jesús en Jesucristo primero y en Cristo después se lleve a cabo de forma efectiva.
Ciertamente Jesús, como "Hijo del Hombre", de forma simbólica, nació en Belén de Judea; pero no sería hasta su bautismo por Juan, en el Río Jordán, que se convertiría, al recibir la iluminación del Espíritu Santo, transformándose en el 'Hijo de Dios". Hasta entonces fue Jesús y después, Jesucristo, Hijo de Dios, hasta su crucifixión, el símbolo de la traumática transmutación o transfiguración, a partir de la cual ya solo podemos hablar de Cristo o "Dios" mismo, la Segunda persona de la Trinidad Divina.
Es por ello que no posee sentido el decir ¡Cree en Jesús y serás salvo! Creer en Jesús es fiarse de lo antiguo, lo falseado y originario de la Personalidad o del Alma Material y temporal. Solo la Marca latente de Cristo en nuestro Corazón, tras la iluminación del Espíritu Santo, la Santa Gnósis o el Santo Conocimiento, es lo que podrá conducirnos a la definitiva Redención; es decir, Dios mismo, el Pleroma, cuyo nombre no solo es impronunciable sino que es absolutamente desconocido, será nuestra única Vía de Salvación.
Aralba Pensator Minister, Frater R+Cá