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jueves, 31 de julio de 2014

Manual para el dominio del Mundo (II)

Reconozco, ante mis posibles lectores, que no soy la persona más indicada para escribir acerca de Leonardo Da Vinci; dado que, a pesar de ser uno de mis héroes de la adolescencia, gracias a una Serie de la Televisión Italiana que pudimos ver en blanco y negro y de la que conservo breves retazos, no hemos leído apenas nada acerca de éste Gigante del Renacimiento; pero prefiero que sea así, dado que la contaminación de hipotéticas interpretaciones de terceros será inexistente y solo transcribiremos el contenido del anónimo manuscrito y nuestras humildes y limitadas impresiones.


“El Vaticano no desconfía de mi verdadera procedencia, dado que la desconoce; pero también he detectado que a pesar de haber puesto en mis manos tamaña responsabilidad me están vigilando de continuo y no hay paso que dé en el que no descubra que siempre soy seguido por un par de agentes del Papa.

Por un momento pensé que mi estricta castidad me delataría como un Perfecto Cátaro como a ellos les gusta denominar a los iniciados predicadores valdenses; pero me ha alegrado conocer que las habladurías que hay acerca de ese aspecto de mi vida van encaminadas a tildarme como un pervertido sodomita. Si el Papa descubriese la verdad, de que soy un infiltrado de los Fideli D´Amore, no vacilaría en solicitar mi ejecución.

La Religión Oficial que, por decreto, ha decidido tomar por herejes a los seguidores de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y por lo tanto debemos mantenernos en el mayor de los anonimatos, desde hace mil años viene construyendo un Templo de ignominia, ignorante fanatismo y superstición que ni siquiera los más instruidos de sus clérigos en realidad creen.

Son los nuevos fariseos que pretenden mantener dominada a la población mediante la táctica del miedo y tergiversando, por completo, las enseñanzas del Maestro Jesús.

Aunque soy libre para ejecutar los trabajos que me han encomendado de pintura; no obstante, tengo que sujetarme a unas normas básicas para que no descubran que éste supuestamente agnóstico Pintor, en realidad es un auténtico creyente de la Gnosis Primordial.

Dado que les consta que entre mi instrucción se encuentra la lectura de extrañas lenguas, me han proporcionado algunos escritos de diversas religiones de Extremo Oriente y del propio Egipto para, a la hora de diseñar los pictóricos pasajes bíblicos, poder inspirarme en algunos de sus míticos personajes. De algún modo es como si estuviesen construyendo una omnímoda Religión Sincrética que contuviese, en su seno, todo aquello que atrae a la masa humana. Intuyo que existe un guion previo en todo ello y cuyo destino final se perdiera en lo profundo del Futuro. Este es el principal móvil, en caso de que no haya sido descubierto y destruido, por el que posiblemente estés leyendo, querido lector, este humilde escrito”

Recuerdo que cuando descubrí éste legajo y lo leí por primera vez, no entendí demasiado; de hecho nada, y lo tomé como producto de la delirante mente de un inadaptado social; pero esa sensación duró bien poco pues, por aquella época, ya estaba yo predispuesto a tomar en serio algunos, pocos, de los postulados que en esos papeles se describían. Yo mismo era un apóstata del catolicismo, dado que recientemente había abrazado el camino de una vía del protestantismo evangélico. Recuerdo que por aquel entonces tenía diecisiete años de edad.

Por otro lado, aunque quisiera comprender algunas de las cosas que me decía el supuesto Leonardo, no podía estar más en desacuerdo; dado que la herejía que parecía trascender del Escrito, era en muchas ocasiones completamente diferente de la Teología que yo podía asimilar de lo aprendido por los sermones y en la Escuela Dominical. Había cosas en común, lo reconozco, como aquello de que la Iglesia Romana era la Gran Ramera y que el Papa pudiera ser el Anticristo; pero eso de la castidad y el celibato no parecía que nos fuera enseñado, dado que según el pastor y los predicadores, nada de eso se encontraba, de forma explícita, en la Sagrada Biblia constituida por el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Solo años después, tras una minuciosa relectura del Documento, ya desvinculado de los dogmas protestantes pude comprender que muchos de los vicios que arrastraba la Iglesia Católica, por más de mil años, aún seguían vigentes en las iglesias reformadas. De algún modo es como si la Reforma solo hubiese sido parcial y, por algún motivo que desconozco aún, no se profundizó lo suficiente en redescubrir la Enseñanza Original del Maestro Esenio, Jesús de Nazaret.

Según este Documento que reconozco no saber si su procedencia es cierta o no, existía un grupo Secreto, los Fideli D´Amore o Fe D´Santa que al parecer tuviera que ver con los caballeros templarios y del que mucho tiempo después descubrí que el propio Dante Alighieri, habría sido un miembro destacado y de alto rango. Eso parecía ser un disparate histórico que unía lo que se conocía como el renombrado por su enemigos como el movimiento Cátaro, en realidad los buenos cristianos o Valdenses, con la caballería Templaria y sus organizaciones secretas colaterales. Eso fue un gran descubrimiento para mí y que me abriría los ojos a muchas cosas que antes se habían encontrado sumidas en las tinieblas de la ignorancia.

Quise entender, como creo que lo hace ahora mismo el Lector, que desde los primeros siglos del Cristianismo, de forma paralela a la Construcción de la considerada como Universal Iglesia Católica de Roma, habíase mantenido viva la original enseñanza del Maestro Jesús, el Judío Gnóstico muy a pesar de la temible, cruenta y sanguinaria persecución, como maléficos herejes, a que habían sido sometidos los buenos cristianos que habían sabido mantenerse al margen de los tejemanejes de la curia romana.

Gentes como Leonardo, Dante y otros muchos supieron navegar, de incógnito, en el mismo barco que dirigían sus más acérrimos enemigos y lograron transmitirnos la verdadera enseñanza primordial mediante sus trabajos pictóricos o literarios y poéticos, con riesgo a ser descubiertos y pagar por tal osadía con sus propias vidas. Muchos lo hicieron hasta época bien temprana.

“Esta gente, los clérigos, son un freno para el progreso de la humanidad. Todo lo que no se encuentre en lo que ellos consideran como su libro sagrado, en latín y solo a su particular disposición, es herético y causa de persecución y destrucción. Mis trabajos, en ese sentido, debo realizarlos en el más estricto secreto y me temo que solo podrán ser publicados tras mi muerte si no quiero, como ha venido sucediendo durante todos estos siglos, poner en peligro mi vida y la de mi Comunidad Cristiana ancestral.

Me salva el consuelo de que la mentira jamás podrá prevalecer dado que toda palabra, realizada por el hombre, de forma vocal o escrita en cualquier idioma sea mágico o profano, simbólico o pictórico, es inspirada por Dios y, por mucho que se intente tergiversar su información primigenia siempre, de forma ineludible, terminará soltando el tufo de la Verdad que conserva en sus dañadas entrañas.

Me apena ver como unos pocos banqueros, amparados por el poder de Roma y de algunos ignorantes reyezuelos, viven rodeados de indecente lujo, mientras que lo que consideran como populacho se arrastra miserablemente entre las sucias calles de los arrabales intentando robar algún mendrugo de pan o conseguir algún trabajo mal pagado y que, apenas, les proporcione de comer a ellos y a su familia. Lo peor de todo es que se trata de una ingente masa sumida, de forma provocada, en la más sublime ignorancia y los hacen vivir como ganado.

El Manual de dominio del Mundo algún día será utilizado en su contra y sus designios y malas artes se volverán contra ellos porque; es Ley demostrada que, el que a espada mata a espada debe morir”

Conforme iba profundizando en el Manual para el dominio del Mundo, escrito por un anónimo Leonardo, que yo vagamente podía identificar con el famoso Da Vinci, comprobaba cómo la imagen histórica que nos ha llegado de Leonardo hasta nuestros días era algo plano, sin vida y sin misterio, cargado de suposiciones mal intencionadas sin fundamento alguno. El único modo que había de intentar penetrar en la psique del Gran Hombre del Renacimiento era empaparse de sus trabajos pictóricos y científicos; ahora podía contemplarlo de otro modo más humano y menos artificial. Alguien que no miraba solo por su supervivencia y reputación, sino que su trabajo estaba siendo hecho como un legado para la posteridad, para el futuro de la humanidad y ello, paradójico, utilizando la fuerza económica del Enemigo secular.

Por lo ya expuesto, el lector habrá comprobado que cuando descubrí éste escrito era un adolescente, cargado de hormonas, que se encontraba plenamente integrado en la Iglesia Evangélica de un barrio cercano a mi domicilio de Madrid y, por lo tanto, supondrá que como hiciera cualquier joven en mi misma situación, hablé de mi descubrimiento con mis amigos de la Iglesia; de hecho era en ese ambiente en el único lugar donde los tenía.

Yo hablaba de mi descubrimiento con ingenua franqueza y convicción. De haber hecho caso de los consejos recibidos por aquellos que consideraba como más allegados, incluso que la propia familia, lo que estáis ahora leyendo sería imposible, pues los papeles habrían sido destruidos. De hecho, el que esto no sea así se lo debemos a mi Hermana Dolores que llevada por un desconocido impulso me los sustrajo antes de que yo pudiera encontrarlos, evitando así que el temible fuego del fanatismo religioso pudiera dar buena cuenta pública de ellos.

Los amigos, cuando les conté que el escrito se había perdido no me creyeron y supusieron que solo era un ardid mío para no tener que destruir aquella aberración anónima, Bueno, aquello me sirvió de lección en aquel momento, y tiempo después sería uno más de los muchos motivos que me impulsarían a abandonar la Iglesia Evangélica. Gracias, Querida Hermana, por sustraerlos y esconderlos a mi impulso inquisitorial y por no habérselo regalado a tus amigas; lo cual habría sido otro modo de perderlos aunque no hubiesen acabado en el “Purificador fuego del Espíritu Divino”.

“Debo reconocer que muchos de mis diseños e invenciones, me fueron dados por el Altísimo, mediante sueños lúcidos y si hay algo de lo que deba de arrepentirme es de aquellos diseños de armas de guerra que me eran solicitados por mis mecenas y benefactores con el fin de darles ventaja en sus contiendas vecinales; pero por otro lado, la mayoría de aquellos inventos serían inútiles, dado que llevado por mi Espíritu Divino, el resultado práctico de aquellos armatostes eran nada funcionales y jamás pudieron ser utilizados en el campo de batalla.

De tarde en tarde debo ponerme en contacto con el Gran Maestre de mi Congregación y sus sabias palabras me alivian cuando me dice que estoy haciendo lo correcto y estoy donde debo de estar. De algún modo yo soy sus ojos y sus oídos, porque aunque es una lucha prolongada, oculta y sibilina, el resultado será favorable para el racionalismo y para la Verdad que ocultamente llevamos guardando para cuando llegue el futuro elegido.

Los clérigos piensan, erróneamente, que trabajo para ellos y, esto en apariencia es así; pero como en un complejo juego de mesa, las cartas no están aún descubiertas y quien posea la Verdad será el ganador de ésta cósmica contienda.

Ellos están convencidos que trabajan por Dios y para Dios; pero no se dan cuenta que ese supuesto Dios no es otro que Satanás, el Príncipe de este Mundo. Un falso dios que será depuesto cuando llegue la hora prefijada y ni sus atroces torturas ni sus endiabladas persecuciones podrán evitar lo que se encuentra ya escrito en el Libro de la Vida”

El escrito que ahora tenéis el privilegio de poder leer fue quien implantó en mi Ser el germen de la Herejía y desde aquel momento me transformé en un rebelde contra todo aquello que quisiera imponer su voluntad sobre mi propia libertad.

Había descubierto que la Reforma Protestante había sido una necesidad; pero una necesidad que no cumplió con todas las expectativas de los buenos cristianos y cuando llegase el momento, esos valdenses gnósticos casi contemporáneos de los tiempos apostólicos, sus restos, tras el lamentable, acontecimiento del genocidio Cátaro del Languedoc, serían fagocitados por la propia Reforma y terminarían formando parte de ella como una denominación más.

No obstante, el germen de la Verdad implantado por Jesús de Nazaret y por otros con muchísima anterioridad, es algo inmortal y que ningún fuego o supuesta magia podrá destruir jamás.

Después de Leonardo vendrían otros muchos, algunos más prudentes que otros. Unos serían quemados en las hogueras de la inquisición; pero otros sabrían dejar, de forma sibilina, la semilla de la verdad en todos y cada uno de sus trabajos. Surgirían nuevas organizaciones en torno a impalpables ideas, unas discretas y otras incluso secretas; pero todas y cada una de ellas llevaban en su Seno el imparable Cáncer de la Salud y de la Vida Eterna, el Conocimiento, la Verdad, la Gnosis.

Como estará suponiendo mi paciente lector, me pregunté si existiría alguna Organización o Movimiento que mantuviese en alto el pendón del legado que un día enarbolara Leonardo; y sí, en esa minuciosa y larga búsqueda me embarqué.


Aralba