viernes, 26 de agosto de 2022

Lección 134, Noveno Grado, Tercera Orden

 "Recuerdo y añoranza"


Recuerdo cuando comenzamos, de forma oficial con esto del misticismo. Tenía 17 años y estaba en secundaria. Cuando se me hablaba de cosas espirituales, tanto en la enseñanza católica primero como en la evangélica después, descubrí que todo me sonaba demasiado. 


Nada de lo que escuchaba o leía me parecía extraño; sino todo lo contrario. Sentía como si, de aquel modo, estuviesen saliendo de algún lugar recóndito de mi interior, recuerdos que, en esta vida, jamás pude recolectar; pero, sí, había un pero, dado que todo aquello recreaba en mi mente imágenes que, en muchos casos, matizaban o contradecían las enseñanzas que iba recibiendo.


Lo cierto es que ya, pasada la frontera de los sesenta, sigo leyendo y buscando, comprobando, con meridiana claridad, que todo está lleno de luz; pero opacado con una espesa neblina de fantasía, superstición y engaño.


Hoy, tras mi experiencia entre la vida y la muerte, habiendo dejado atrás cualquier tipo de recelo o reparo, venimos intentando mostrar, a quien quisiera, nuestro particular punto de vista de lo que se encuentra al otro lado del velo. Y lo intentamos hacer sin entrar en complicados glosarios y jerga ininteligible.


De mi boca no saldrá ningún tipo de estructura cabalística, matemática astrología o genealogía  angélica. 


Alguien dentro de mi interior desea que hable con palabras sencillas y fáciles de entender, porque dice que toda falsa complicación estructural del mundo celestial está contaminada por la dialéctica espacio temporal del Mundo que habitamos la humanidad.


En muchas ocasiones, de veras que no me canso de repetirlo, intentamos mostraros la simplicidad de lo celestial. Lo complejo existe en éste mundo de materia donde las partículas cuánticas deben de unirse de forma adecuada para formar átomos, los átomos, entre sí, para formar moléculas y las molèculas para mostrar cosas, objetos y seres complejos.


En el Mundo Celestial o Pleroma todo es de una simplicidad increíble, Todo es un océano vibratorio de música celestial, dado que Todo es uno y la unidad posee al todo en su interior. Imaginemos encontrarnos en un océano donde no se viere costa alguna por ningún lado; es un océano cuántico infinito donde algo puede estar en un lado y, al mismo tiempo, en cualquier otro lado. En millones y millones de sitios. Lo que una partícula conoce lo conocen todas las demás. No pasa el tiempo y el espacio es una entelequia incomprensible. 


Ese Pleroma donde se encuentra todo, incluidos nosotros mismos o las células que los astrofísicos denominan universos, es preexistente y eterno, sin un principio ni algún final, siempre fluyendo y en continua transformación. Viendo ese panorama que se nos abre ante los ojos del Alma, es fácil comprender que, del mismo modo, la esencia de nuestro Ser posee acceso al Todo, que puede estar en cualquier sitio al mismo tiempo y que por mucho que se intente jamás podrá ser disuelto, desintegrado o destruido.


Este Mundo, el Cosmos visible, nuestra burbuja experiencial solo es un diminuto barquito de papel que navega por las procelosas olas del Pleroma. Algún día ese barquito será deshecho; pero toda su esencia, sin excepción, regresará como una gota de lluvia al mar.


Aralba R+C