La terrible, amada y desconocida Diosa
de Calcuta. Libidinosa y sanguinaria amante para unos y terrible y vengadora madre
para otros. Cruel Demonio producto de la presente época del Kali Yuga, conocida
vulgarmente como la Edad del Hierro, y depositaria temporal de los atributos de
su esposo Shiva, el Dios que con su baile mantiene el Universo estable.
Aunque pudiera parecer, por las
imágenes de Kalí que circulan por todas partes, el que la diosa tenga puesto su
pie derecho sobre el pecho izquierdo de Shiva. No significa que pisotee
sacrílegamente el Cuerpo inerte de su sagrado esposo tras haberlo vencido en
cruenta batalla. Shiva se encuentra desvanecido, como dormido y la diosa recibe
la energía de su esposo mediante el contacto.
Recordemos que Kali, aparte de
ser la Satki de Shiva, también es su propia contraparte. Shiva y Satki forman
una Unidad dual y, en cuyo baile cósmico, nos va mostrando, de forma cíclica,
la cara de una y después del otro. Cuando Kali descansa, Shiva danza creando
universos y mundos donde la vida pudiera algún día germinar. Cuando Shiva
reposa, es su Satki, la Naturaleza inseminada, la que se ocupa de poblar con todo tipo de
criaturas los habitáculos cósmicos construidos por su sagrado esposo.
En el origen del origen, antes
que se mostrase el Tiempo tal y como lo entendemos, los ciclos Shiva, Satki se
producían de forma armóniosa y natural; pero fue a partir del Incidente que todo
se trastocó en el Universo de la Naturaleza Satki y entonces, la adorable madre
que mimaba a sus criaturas se transformó en la violenta, sanguinaria y
vengativa criatura que se conoce por las leyendas y mitología.
El Incidente está presente en
casi todas las culturas del Planeta y no fue otro que la interacción accidental, o no, del Plano de la parte masculina del Universo Shiva, en su parte femenina
Satki. De algún modo es como si de una violación se hubiese tratado y eso
cambió el Destino del Universo Dual, al menos mientras Shiva siga durmiendo por toda la eternidad y
Kalí, la Satki de la Edad del Hierro, siga alimentándose de la infinita energía
de su indefenso y tendido esposo.
En la actualidad, Kali, nuestra
Naturaleza, baila de forma frenética y desenfrenada, no sujeta a control
conocido y es por ello que en todas sus manifestaciones se muestra el dolor, la
crueldad y la muerte. Vayamos donde vayamos, subamos a los macro cósmicos planos
celestes o nos sumerjamos en los invisibles y microscópicos mundos atómicos, la
Naturaleza se muestra siempre con la misma y aparente crueldad.
Bajo sus pies reposa Shiva,
esperando algún día despertar y que le llegue el turno de gobernar. El collar
de trece calaveras, que porta Kalí, representa a los trece eones de las constelaciones
zodiacales, incluida la supuestamente desconocida entonces Ofiuco, las siete cabezas que
porta en su cinturón y colgando de uno de
su brazos, son los siete arcontes planetarios responsables de nuestro Sistema
Solar, cuyo luminosos Astro corona la cabeza de la enloquecida Diosa, cuya ensangrentada
boca muestra, con una lasciva sonrisa, su divina lengua.
Sus diez brazos representan el
ciclo completo que debería durar su cósmica danza y de cuyas manos penden
diferentes objetos, la mayoría de tortura y destrucción, aunque íntimamente
relacionados con la vida y la procreación.
Kalí, la incomprendida Diosa que
demonio, por muchos, es tenida. Ella es el natural producto de una violación de
una impostura, de una invasión. Al Igual que el Mito de Adán y Eva nos muestra
a una humanidad exiliada de un armónico Paraíso, así Kalí representa la anteriormente
armoniosa Naturaleza o Satki reconvertida en un cosmos violento y donde la vida
y la muerte siguen intercambiándose en el Juego de una macabra Danza que cubre
tanto a lo cósmicamente inmenso como a lo invisible y diminuto.
Ella también, en parte, es ese arcángel
que con su espada flamígera impide que la humanidad pueda regresar al Paraíso,
al menos mientras la Edad del Sufrimiento y de la Herrumbre, el Kali Yuga, siga
activo; es decir mientras no entremos en una nueva Noche cósmica, despierte
Shiva y reorganice e insemine un nuevo Cosmos en el vientre de su reconvertida
Satki, cuyo rostro haya retornado del negro de Kalí al celeste y luminoso de la
feliz y amorosa Diosa que nunca dejó de ser.
La Leyenda de Kalí y su guerrera
época del Kali Yuga nos muestra que estamos pasando por un periodo prolongadamente
anómalo y producto de una violación invasiva, sea esta accidental o provocada
de forma consciente; pero lo cierto es que todo lo que vive y se mueve en el
seno de la Naturaleza, espíritus eternos indudablemente, están sujetos a la
danza de la vida, representada por el cáliz que recibe la sangre de la cabeza
cortada, y de la omnipresente muerte mostrada por los diferentes útiles de
hierro que la Diosa porta en sus manos.
El oscuro, amarronado y
sanguinolento campo de batalla que es el paisaje de algunas de sus representaciones, donde se observa a Kali, nos
muestra el natural panorama en el que la humanidad sobrevive a su propia y
oscura madre. De algún modo es como si Kali, la actual forma de la Naturaleza,
se encontrase inmersa en un estasis inconsciente, a pesar de que, por su incesante
danza, pareciera que se encuentra en perfecto estado de vigilia.
Tiempo ha, que los hindúes fueron
invadidos por los arios de las tierras norteñas. Tiempo ha, que sus hijos
fueron pasados a cuchillo y sus hembras encerradas, como sacerdotisas prostitutas,
en los sagrados templos de Iniciación. Tiempo ha que muchos de su pueblo
abandonaron sus tierras para vagabundear exiliados por el ancho orbe del mundo en forma
de pueblo Romaní o también Gitano.
La Reina de aquella legendaria
Tierra se llamaba Satki y estaba casada con Shiva, su Rey. Cuando los invasores
del norte, pertrechados con sus armas de hierro, llegaron a lomos de sus musculosos caballos, pasaron a cuchillo al
Rey y a su Reina la internaron como suprema sacerdotisa en el Templo del Amor,
donde los generales invasores acudían a recibir placer de sus ardientes brazos así como de los de sus hijas y hermanas.
Satki consiguió una hoz agrícola que
guardó bajo su lecho y con la cual degollaría al Líder Bárbaro, cuando aquel se
encontraba en el clímax de su disfrute sexual con ella, la Reina prostituida del
lugar. Cuando Satki tomó con su mano la cabeza cortada del invasor, enloquecida
bebió, de un cuenco, la sangre de su enemigo y saliendo a la puerta del Templo comenzó la
Danza de la muerte, la Danza de Kali. Así comenzó la Era del Kali Yuga, del
Hierro. Había comenzado por una violación, por una invasión y una impostura, y
no terminará hasta que la Reina, su esposo Shiva y sus asesinados o exiliados
hijos hayan sido perfectamente vengados.
Aralba