Páginas

sábado, 9 de agosto de 2014

KALI

La terrible, amada y desconocida Diosa de Calcuta. Libidinosa y sanguinaria amante para unos y terrible y vengadora madre para otros. Cruel Demonio producto de la presente época del Kali Yuga, conocida vulgarmente como la Edad del Hierro, y depositaria temporal de los atributos de su esposo Shiva, el Dios que con su baile mantiene el Universo estable.

Aunque pudiera parecer, por las imágenes de Kalí que circulan por todas partes, el que la diosa tenga puesto su pie derecho sobre el pecho izquierdo de Shiva. No significa que pisotee sacrílegamente el Cuerpo inerte de su sagrado esposo tras haberlo vencido en cruenta batalla. Shiva se encuentra desvanecido, como dormido y la diosa recibe la energía de su esposo mediante el contacto.

Recordemos que Kali, aparte de ser la Satki de Shiva, también es su propia contraparte. Shiva y Satki forman una Unidad dual y, en cuyo baile cósmico, nos va mostrando, de forma cíclica, la cara de una y después del otro. Cuando Kali descansa, Shiva danza creando universos y mundos donde la vida pudiera algún día germinar. Cuando Shiva reposa, es su Satki, la Naturaleza inseminada, la que se ocupa de poblar con todo tipo de criaturas los habitáculos cósmicos construidos por su sagrado esposo.

En el origen del origen, antes que se mostrase el Tiempo tal y como lo entendemos, los ciclos Shiva, Satki se producían de forma armóniosa y natural; pero fue a partir del Incidente que todo se trastocó en el Universo de la Naturaleza Satki y entonces, la adorable madre que mimaba a sus criaturas se transformó en la violenta, sanguinaria y vengativa criatura que se conoce por las leyendas y mitología.

El Incidente está presente en casi todas las culturas del Planeta y no fue otro que la interacción accidental, o no, del Plano de la parte masculina del Universo Shiva, en su parte femenina Satki. De algún modo es como si de una violación se hubiese tratado y eso cambió el Destino del Universo Dual, al menos mientras Shiva siga durmiendo por toda la eternidad y Kalí, la Satki de la Edad del Hierro, siga alimentándose de la infinita energía de su indefenso y tendido esposo.

En la actualidad, Kali, nuestra Naturaleza, baila de forma frenética y desenfrenada, no sujeta a control conocido y es por ello que en todas sus manifestaciones se muestra el dolor, la crueldad y la muerte. Vayamos donde vayamos, subamos a los macro cósmicos planos celestes o nos sumerjamos en los invisibles y microscópicos mundos atómicos, la Naturaleza se muestra siempre con la misma y aparente crueldad.

Bajo sus pies reposa Shiva, esperando algún día despertar y que le llegue el turno de gobernar. El collar de trece calaveras, que porta Kalí, representa a los trece eones de las constelaciones zodiacales, incluida la supuestamente desconocida entonces Ofiuco, las siete cabezas que porta en su cinturón y colgando de uno de su brazos, son los siete arcontes planetarios responsables de nuestro Sistema Solar, cuyo luminosos Astro corona la cabeza de la enloquecida Diosa, cuya ensangrentada boca muestra, con una lasciva sonrisa, su divina lengua.

Sus diez brazos representan el ciclo completo que debería durar su cósmica danza y de cuyas manos penden diferentes objetos, la mayoría de tortura y destrucción, aunque íntimamente relacionados con la vida y la procreación.

Kalí, la incomprendida Diosa que demonio, por muchos, es tenida. Ella es el natural producto de una violación de una impostura, de una invasión. Al Igual que el Mito de Adán y Eva nos muestra a una humanidad exiliada de un armónico Paraíso, así Kalí representa la anteriormente armoniosa Naturaleza o Satki reconvertida en un cosmos violento y donde la vida y la muerte siguen intercambiándose en el Juego de una macabra Danza que cubre tanto a lo cósmicamente inmenso como a lo invisible y diminuto.

Ella también, en parte, es ese arcángel que con su espada flamígera impide que la humanidad pueda regresar al Paraíso, al menos mientras la Edad del Sufrimiento y de la Herrumbre, el Kali Yuga, siga activo; es decir mientras no entremos en una nueva Noche cósmica, despierte Shiva y reorganice e insemine un nuevo Cosmos en el vientre de su reconvertida Satki, cuyo rostro haya retornado del negro de Kalí al celeste y luminoso de la feliz y amorosa Diosa que nunca dejó de ser.

La Leyenda de Kalí y su guerrera época del Kali Yuga nos muestra que estamos pasando por un periodo prolongadamente anómalo y producto de una violación invasiva, sea esta accidental o provocada de forma consciente; pero lo cierto es que todo lo que vive y se mueve en el seno de la Naturaleza, espíritus eternos indudablemente, están sujetos a la danza de la vida, representada por el cáliz que recibe la sangre de la cabeza cortada, y de la omnipresente muerte mostrada por los diferentes útiles de hierro que la Diosa porta en sus manos.

El oscuro, amarronado y sanguinolento campo de batalla que es el paisaje de algunas de sus representaciones, donde se observa a Kali, nos muestra el natural panorama en el que la humanidad sobrevive a su propia y oscura madre. De algún modo es como si Kali, la actual forma de la Naturaleza, se encontrase inmersa en un estasis inconsciente, a pesar de que, por su incesante danza, pareciera que se encuentra en perfecto estado de vigilia.

Tiempo ha, que los hindúes fueron invadidos por los arios de las tierras norteñas. Tiempo ha, que sus hijos fueron pasados a cuchillo y sus hembras encerradas, como sacerdotisas prostitutas, en los sagrados templos de Iniciación. Tiempo ha que muchos de su pueblo abandonaron sus tierras para vagabundear exiliados por el ancho orbe del mundo en forma de pueblo Romaní o también Gitano.

La Reina de aquella legendaria Tierra se llamaba Satki y estaba casada con Shiva, su Rey. Cuando los invasores del norte, pertrechados con sus armas de hierro, llegaron a lomos de sus musculosos caballos, pasaron a cuchillo al Rey y a su Reina la internaron como suprema sacerdotisa en el Templo del Amor, donde los generales invasores acudían a recibir placer de sus ardientes brazos así como de los de sus hijas y hermanas.

Satki consiguió una hoz agrícola que guardó bajo su lecho y con la cual degollaría al Líder Bárbaro, cuando aquel se encontraba en el clímax de su disfrute sexual con ella, la Reina prostituida del lugar. Cuando Satki tomó con su mano la cabeza cortada del invasor, enloquecida bebió, de un cuenco, la sangre de su enemigo y saliendo a la puerta del Templo comenzó la Danza de la muerte, la Danza de Kali. Así comenzó la Era del Kali Yuga, del Hierro. Había comenzado por una violación, por una invasión y una impostura, y no terminará hasta que la Reina, su esposo Shiva y sus asesinados o exiliados hijos hayan sido perfectamente vengados.


Aralba